MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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miércoles, 16 de mayo de 2012

CARTA ABIERTA A UN CURA PROGRESISTA







El Sacerdote tiene que predicar la palabra de Dios y a su divina Gracia, como un espejo, pero ¡ay si ese espejo está empañado por la falta de fe en lo que predica y su mal ejemplo! y ya no puede reflejar a Dios sino la imagen del mundo regido por Satanás y sus siniestros ministros.


 CONTRA EL VIRUS DEL PROGRESISMO QUE QUIERE CAMBIAR LA DOCTRINA TRADICIONAL DE LA
 SANTA IGLESIA CATÓLICA
(8 de Noviembre de 1.994)

En la época en que pertenecía a la Adoración nocturna, en Ganada, apareció en esta Asociación, un jóven Sacerdote nuevo, abanderado de la teología que predicaba ya (hace 18 años) el “dios caramelo”, de una manera tan intransigente, que llegó a decir en el sermón de la misa que mis ideas eran de una consistencia “granítica”; fui a comulgar temeroso que no me diera la Sagrada Eucaristía. Anteriormente, a mi afirmación de que no compartía sus ideas, pero que las respetaba, me contestó que “ él no respetaba las mías” (Sic)




Estimado Padre (...)

He dudado mucho en remitirle este escrito. Después de consultarlo con un Sacerdote de reconocida espiritualidad el Padre Peinado cura de la Iglesia del Albaicín en Granada, y con una comunidad de Religiosas carmelitas contemplativas, las cuales me han aconsejado de remitirle este escrito, me he decidido a hacerlo.

Con la esperanza de que este le sea de algún provecho, lo cual veo muy difícil, pero no imposible sobre todo a largo plazo y teniendo cuenta de que la Verdad es poderosa y penetrante, ya que es palabra de Jesús, me he movido a dirigirme a Ud.

Jesús en algunas ocasiones nos invita a emitir un juicio de valores sobre el comportamiento de algunas personas: “A sus frutos los reconoceréis” (Mt. 7- 16). Él mismo nos dio sobrado ejemplo con sus juicios severos a los Fariseos, a los doctores y a los letrados que pretendían enseñar al pueblo de Israel con su propia doctrina, por motivos de orgullo, buscando únicamente su gloria y no la gloria de Dios.

Es seguro que dichos falsos pastores tenían siempre por costumbre emitir doctrina parcialmente adulterada por ser la doctrina que más gustaba al pueblo en un momento determinado de la historia y querían aparecer como precursores de lo que era una moda pasajera y que en ese momento fascinaba a la gente.

“Dejando de lado el precepto de Dios, os aferráis a la tradición humana” (Mc 7-8).

Hace unos cuarenta años, casi todo el pueblo, incluso muchos de los no creyentes, estaban obsesionados por los pecados que hacían referencia al noveno mandamiento, y por eso, era el tema favorito de los predicadores de nuestra Religión, y se complacían en calificar de pecados gravísimos contra Dios lo que simplemente era una forma de vestir, un mero pensamiento, o una mirada y no tenían ningún reparo en amenazar con las penas del infierno a los transgresores  de sus leyes y los que no estaban de acuerdo con esa doctrina, se les trataba con odio y desprecio, e incluso se pedía para ellos el anatema o la excomunión.

Hace siglos, la Santa Inquisición, a pesar de lo que nos quieren hacer creer los eternos enemigos de la Iglesia, no era mas que el reflejo de la mentalidad del pueblo, que veía completamente normal que a un renegado se le torturara y hasta se le quemara vivo, ya que eso era bueno para su alma, para así evitarle los eternos suplicios del infierno. Era frecuente, en las procesiones de los Sambenitos que la gente exaltada prendiera fuego a las barbas de los condenados. Naturalmente, los doctores y los letrados de esa época, buscando su propia gloria y no la Gloria de Dios, eran los líderes de esa corriente.

              Esto lo acredita muy bien Daniel Rops en su “Histoire de l´Église”. De sobra sabemos las consecuencias que tuvo este proceder para la Iglesia Católica en España, con la famosa “Leyenda negra”, a pesar de que las condenas en la hoguera fueron mucho menores que las del sanguinario Enrique VIII, y de su déspota hija Isabel II de Inglaterra, en su lucha contra los católicos.

En la época actual, con las nuevas modas, todo ha cambiado: lo del pecado contra el noveno mandamiento ha desaparecido, la Inquisición fue una barbarie inexplicable e intolerable, fruto de una época oscurantista y todo se quiere atribuir a un grupo reducido de seguidores de Torquemada, mandados por la Iglesia, que tenían atemorizados al sano pueblo de Dios.

    Han surgido nuevos líderes y nuevos pastores, en los cuales me permito incluirle a Ud. Ya nada es pecado, el Dios que antes mandaba al Infierno, ya aparece como un dios asomado detrás de una nube blanca, con una calva pronunciada, una voluminosa barba blanca con aspecto bonachón, una sonrisa beata en su cara, y los brazos abiertos.

Ese dios es el ídolo de nuestra época, el dios de la moda, fruto de la mentalidad actual de la Sociedad que hace y deshace dioses a su medida, para la cual, como ya lo había advertido el gran Papa Pío XII, ha desaparecido por completo el sentido del pecado. Ud. mi querido amigo, ha querido liderar esa corriente para ser el gran teólogo  que es punto de referencia de las masas que Ud. quiere adoctrinar para su vanagloria.

Para argumentar esa falsedad, y para ser el centro de atención y de admiración de todo el mundo, no ha tenido ningún reparo en cambiar lo inamovible: Las Escrituras y la tradición de los Santos Padres: El Infierno ya no existe: ¿Cómo un Dios Padre puede mandar allí a sus hijos, si ya no hay pecado, si todos los crímenes, las violaciones incluso a las criaturas inocentes, como es el caso de  pederastia son fruto de una infancia desgraciada, de una incomprensión y de una falta de amor de la Sociedad hacia esos pobres individuos.

Otra cosa: Ud. ni tiene reparo en argumentar insensateces para querer aparecer como un gran místico a los ojos de los hombres (Otra cosa que está de moda y gusta a la gente): Así a la objeción que le he hecho, citándole la Palabra indestructible de Jesús: “Si tu ojo o tu brazo es objeto de escándalo para ti, arráncate el ojo o el brazo: más te vale entrar en el reino de Dios sin un ojo o sin un brazo que ser arrojado todo entero en el Infierno” (Mt 5, 29-30; Mc. 9, 43-47).

A esa objeción tan clara e irrefutable Ud. me contesta: “¡¡¡Por amor, por amor hay que arrancarse el ojo o el brazo!!!”.

Cuando le dije que el Santo Cura de Ars, Patrón de todos los Sacerdotes del mundo, se pasaba muchas noches llorando delante del Santísimo, para que ninguno de los feligreses que Dios le había encomendado, se condenase, Ud. argumenta que ya que si existe el infierno, tendría que estar vacío por la gran Misericordia de Dios (Lo que equivale a decir que no existe), el Santo Cura de Ars  ¡Lloraba por amor! Hay pues que creer que el Santo se pasaba la noche llorando por nada, o que había perdido el Juicio. O lo más probable: Ud. cree que la gente no tiene sentido común, o que sus detractores son todos unos idiotas.

¿Qué tiene que argumentar a las palabras que Jesús pronunciará el día del Juicio: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer…” ? (Mt 25, 41-46).

Con toda seguridad, Ud. contestaría la misma insensatez:

¡¡El suplicio eterno lo preparó Dios con espíritu de “encendido” amor hacia sus hijos!!

Ud. mi querido amigo, tiene todas las características de un buen Inquisidor, en la Edad Media, le habría hecho sombra al mismísimo Torquemada, o hace 50 años habría encajado en un púlpito clamando contra la inmoralidad y amenazando con el Infierno a los transgresores.

Me permito también relatarle lo ocurrido en cierta Parroquia francesa: Unos jóvenes curas llenos de “Celo ecuménico” hacia nuestros hermanos Protestantes separados (Celo que Ud. dijo que, afortunadamente hoy día se había conseguido gracias al espíritu de renovación carismática que había surgido en la Iglesia), no tuvieron ningún reparo en hacerle la vida imposible al anciano Párroco, solo porqué quería conservar sus tradiciones y seguir diciendo la misa en latín, y le obligaron a marcharse con tristeza de su amada Parroquia.

Otra anécdota no menos elocuente: Cierto Sacerdote muy abierto al amor al prójimo y olvidando la recomendación de Jesús: “Os mando como corderos en medio de los lobos: Ser sencillos como palomas, pero prudentes como serpientes” (Mt 10,16), o bien: “No tiréis vuestras perlas a los cerdos, porque las pisotearán y se revolverán contra vosotros” (Mt 7,6), también con toda seguridad, para querer aparecer como un paladín de la moda, recomienda encarecidamente a una familia Católica de acoger en su seno a un reo que había redimido su pena en la cárcel, por ser un gran acto de caridad. El resultado fue el siguiente: El huésped violó a la hija y mató a la madre que se quiso interponer.

Querido amigo: si yo, como Ingeniero de Caminos; Canales y Puertos, calculo un puente, pero me equivoco en el análisis de estabilidad de sus elementos constructivos como son la cimentación, los estribos, la pilas o el tablero, y prescindiendo de las normas constructivas, ocurre una desgracia, la Sociedad por medio de los Tribunales me exigirá responsabilidades y me hará pagar los daños.

Igualmente, Ud. es responsable como Sacerdote de lo que dice, y tiene que conocer su oficio y aplicar las normas de la Iglesia Católica a la cual pertenece, como yo tengo que hacerlo al practicar mi oficio, sobre todo sabiendo que se trata de un asunto tan grave como el de la Salvación eterna de las almas, por eso Dios le pedirá cuentas de toda la doctrina que, con tanto empeño predica para aparecer como un gran Teólogo y Místico a los ojos de la gente, que es lo único que parece importarle.

Le recuerdo que cuando le dije que yo no estaba de acuerdo con sus opiniones pero que las respetaba, ¡¡Ud. llegó a decirme que Ud. no respetaba las mías!!

“La lámpara de tu cuerpo es el ojo, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso, pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras, y si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡Que oscuridad habrá!” (Mt 6, 22-23)

Traducción: Lo que guía tu manera de ser es tu manera de ver las cosas: si esa manera de ver es correcta, toda tu conducta será recta, en caso contrario, toda tu conducta será torcida, y si tu no logras acertar, ¡En que errores caerás!

Por fin, déjeme hacer un breve comentario acerca de la tan actual y tan cacareada recomendación de los “modernos teólogos” que Ud. ha recogido y abanderado: “La Evangelización de los indígenas ha de hacerse integrándose en esa Sociedad y Cultura”.

Y me pregunto: ¿Qué significado tiene esa afirmación, quiere acaso eso decir que el Misionero en la Sociedad que nos ha tocado vivir tiene que adaptarse a la Sociedad de consumo, acaso dirá que hay que mirar las famosas “señales de los tiempos” y por consiguiente, aparcar la Cruz, abrazar el materialismo y entregarse a todos los vicios, dando rienda suelta a todos nuestros apetitos, como así lo pregona esa Cultura?

Seguramente estará plenamente convencido de que “¡¡China se ha perdido al Cristianismo porque los Misioneros no iban ataviados con kimonos, como así lo afirman ciertos teólogos modernos!!

Querido amigo: Recapacite Ud. y haga prueba de alguna humildad y de sentido común, no tenga una visión tan miope de los acontecimientos: Las modas de ayer, mañana parecerán y serán absurdas y ridículas, más bien siga y predique una doctrina sana, independiente de las modas cambiantes de los hombres y en acorde con la Doctrina tradicional de la Iglesia que sin duda alguna es la única verdadera, ya que como lo dice San Pablo “Las cosas del mundo, cuanto más subidas, más absurdas son a los ojos de Dios, y al revés las cosas de Dios, cuando más subidas, mas absurdas son a los ojos del mundo (I Cor 1, 20-25).

Una última observación: como muchísima gente, por no querer estar sujeto a la Doctrina Tradicional de la Iglesia, Ud. se ha dejado engañar por Satán, como así lo afirma S. Juan de la Cruz, que dijo:

“Si no te sometes a la Santa Obediencia, aunque más te parezca que aciertas, no dejarás de estar engañada por el demonio”

El cual ha conseguido sus logros más valiosos: La desaparición del sentido del pecado en el mundo, y lograr fabricar un dios a medida de esa idea: El dios de la barba blanca, que todo lo perdona, incluso a los que no se arrepienten, un dios que como consecuencia a todo ello es incapaz de mandar nadie al Infierno, sencillamente porque no existe.

Con su mentalidad ha contribuido a ese triunfo, propagando con insistencia y gran intransigencia esa falsa doctrina, con una postura de gran desprecio hacia los que no comparten sus ideas, lo que denota la presencia de Satán, llegando a decir desde el púlpito que mis ideas son de una consistencia “granítica”.

Por eso, ha contribuido sin saberlo quizás, pero con entera responsabilidad al clima de relajación que impera en la Sociedad actual, y lo que es más grave: Ud. es cómplice de la muerte de Dios en esa Sociedad, la muerte del Dios verdadero, el de los grandes Santos y Místicos y el de los Mártires que han derramado su sangre por la Fe.

En contrapartida, Ud. ha creado un nuevo dios, un ídolo hecho a medida de esta Sociedad que nos ha tocado vivir, y se ha convertido sin saberlo en un auténtico Testigo de Jehová, secta que comparte plenamente casi todas las ideas tan absurdas que predica de una manera tan inexorable.


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Nota: A este escrito, el Sacerdote aludido me contestó con una tarjeta de felicitación de Navidad, me dijo de olvidar el asunto y de reconciliarnos, y que él no era depositario de la Verdad.

             Le contesté agradeciéndoselo, y que estaba reconciliado, reconociendo que ni él ni yo somos depositarios de la Verdad, pero que si lo es la Santa Iglesia Católica, en virtud de la Promesa del Hijo de Dios, y que además se apoya en la Doctrina Tradicional de los Santos Padres y por la Tradición.