MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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domingo, 16 de noviembre de 2014

JESÚS NOS ENSEÑA COMO SE GENERAN, SE MUEVEN Y MUEREN LAS ESTRELLAS Y LOS PLANETAS.S



La cercana galaxia NGC 1569 es un hervidero de
nacimiento de estrellas



         Extraordinario espectáculo del cosmos, con la visión de las estrellas y los planetas, y la explicación de cómo nacen y mueren, de cómo se forman  los cometas y  esos  planetas, en su recorrido por el firmamento, alimentándose del polvo estelar. Se compara con el Universo celestial, y se comprueba como el más pequeño ángel, tiene mayor esplendor. Es verdaderamente increíble que en el año 1.944, se revelara como se crean y desplazan los astros, se observe la vibración de los pulsares, que liberan rallos gamma y como se forman y mueren esos cuerpos celestes, hecho completamente desconocido por la Ciencia humana en esos años, ya que no había aún radiotelescopios capaces de observar esos fenómenos estelares.

          Y aquí me viene a la mente lo que dice la escritura: El Espiritual y humilde, todo lo abarca, llega a entrever los misterios de Dios y de la Creación, y alcanza a entrever no solo el Universo invisible, al comunicarle Dios una ciencia infusa que le hace penetrar en el mundo celestial, y comprender su belleza, infinidad, armonía, pero también el mundo material, porque está hecho a imagen y semejanza de Dios, ya que se puede juzgar a alguien, como lo dice Jesús, por sus hechos: “A sus frutos los conoceréis”.

          Y eso ocurre a los místicos, que quiere decir a los enamorados y a los humildes, porque, como lo dice San Juan de la Cruz, místico significa enamorado de Dios, y solo se enamoran de Dios  los humildes, ya que el enamorado, como lo explica tan bien el Santo Doctor, se iguala con el Amado y ambos se funden en una misma cosa, fusión que será perfecta en la otra vida con la visión directa de Dios, y entonces, como lo dice el Apóstol, seremos semejantes a Él porque le veremos tal cual es, ya que la visión espiritual transforma el alma en lo que ve, el alma adquirirá pues la dimensión infinita de Dios, ya que será Dios por participación.  Por eso los réprobos serán también semejantes a su padre Lucifer.

        Ya en este mundo, Dios quiere favorecer, no a los Científicos soberbios que son capaces de ver la Creación, de una forma muy limitada, pero que nunca llegarán a conocer el infinito, ya que algo finito es incapaz de acceder a lo infinito. Y por eso, por culpa de su soberbia,  son incapaces de ver al Creador. Y esa es la gran diferencia que existe entre la Sabiduría que viene de Dios, y que por eso es eterna, e infinita, y la Ciencia humana, que terminará con el fin del Universo, y que por eso es perecedera, y será siempre incompleta y finita.

          En este escrito, vemos como Jesús confirma lo que tan bien explica San Juan de la Cruz: Como en este mundo, con nuestra carne mortal, es imposible ver a Dios, por eso los Israelitas estaban convencidos de que ver a Dios significa la muerte. Esa muerte se produce porque la inmensidad de Dios, es inaccesible para la carne mortal. Según lo que dice ese Santo, solo Moisés y San Pablo pudieron ver a Dios, porque el Todopoderoso hizo el milagro de amparar su debilidad humana con su "Brazo izquierdo".




DE LOS CUADERNOS DE Mª VALTORTA
(Dictado del 8-8-1.944)


        Dice Jesús:
    
                […] ¡Oh, que luminosos horizontes de ciencia divina puede alumbraros con una sola palabra de mi Evangelio! ¡Qué gran misterio de perfecto amor y perfecta Justicia está encerrado en esas palabras del Evangelio de mi infancia: se fortalecía, crecía! Leéis y proseguís. O bien leéis y meditáis, pero lo hacéis embebidos en substancia humana lo que es sobrenatural. En vosotros la carne es tan fuerte que sobrepasa las fuerzas intelectivas del espíritu. 

           De lo que se desprende que solo a los que han matado la carne en cuanto a sus reclamos y sus prepotencias, y han hecho de estos restos la base del trono para el espíritu-rey, se les conceden los conocimientos, sea a través de la palabra Divina, como por la Divina infusión de una inteligencia que raya lo perfecto porque proviene del Paráclito. Este, por una espiritual encarnación del Verbo en vosotros, ¡oh, espíritus vírgenes deseosos únicamente de bodas eternas!, os impregna de Sí y os impregna en vosotros la Palabra que os hace “portadores de Cristo”, como lo era la Esposa Virginal en sus ardores septiformes.

          He dicho de la inteligencia “que raya lo perfecto”. Es perfecta porque proviene de Dios, más una criatura humana no podría poseer la Perfección tal como es. Se disolvería, porque el corazón y la mente de un ser terrenal no pueden contener la cognición total de lo que es Dios. Lo infinito no cabe en lo finito.

          Para el espíritu separado de la carne, conocer a Dios es vida y es júbilo. Para una criatura en el exilio, sería una fulguración. El éxtasis demasiado sublime destruiría su inteligencia y su vida al despedir la chispa proveniente de la Verdad. Por eso la Verdad – que es buena – siempre se reviste con un velo de carne, de modo que vuestra debilidad pueda soportarla, de modo que vuestra limitación pueda conocer a Dios, y vivir en su conocimiento, llevando el Cielo en vosotros sin que por eso tengáis que morir antes de que llegue la hora.

         


DE LOS CUADERNOS DE Mª VALTORTA
(18-10-1.944)


          […] Hete aquí: te veo, oh mi Dios encarnado, deslumbrante y majestuoso, erguido en el éter más puro. Estás solo. Te veo solamente a Ti, con el glorioso aspecto de Rey de la Creación. Tu atavío de etéreo y perlífera materia resplandece y aún más resplandece tu Carne glorificada, que es Carne y Luz a la vez. ¡Oh, Belleza desconocida a los muchos que no se ocupan de obrar de modo tal que puedan conocerte un día! ¡Oh, Belleza mía, que borras todas mis penas solo con mostrarte!
         
           Jesús no habla, pero me invita con la mirada a ir hacia Él. Y yo voy. Alentada por su deseo, impulsada por el mío, mi espíritu asciende hacia mi Rey.

          Y Él dice: “Mira. Conoce. Compara”, Y con su luminosa mano, en la que resalta el rubí de la llaga, indica un ilimitado horizonte celeste. Pues, en efecto, estoy en lo alto, más allá de la atmósfera, más allá de la estratosfera, en la zona que hay solamente astros y éter. No hay nubes, ni polvo, ni vientos. Aunque en realidad, un viento queda, es el viento musical, armónico, creado por el movimiento de los astros.

          Comprendo que Jesús quiere mostrarme, sin palabras, la verdad de este signo estelar. ¡Oh, cuán diferente es del pobre concepto enunciado hace poco y de todos los que hasta hoy he conocido! Me esfuerzo por explicarlo.

          Transitan nítidos astros, unos en línea recta como una bala de cañón, otros, deslizándose como serpientes en el azul; unos girando en su eje mientras recorren la propia órbita, otros, danzando como infantes gozosos en el prado del éter. A cada movimiento, la luz palpita, como si el gozo del movimiento y de la obediencia a las leyes del Creador aumentara la incandescencia de su cuerpo ardiente, solo el sol está fijo e irradia su luz uniforme como un enorme globo de oro fundido con ardientes topacios y ese metal y esas gemas son tales que nuestras joyas más bellas son como sucios guijarros o sucio latón. Ese sol parece una enorme lámpara votiva que adora la Majestad de Dios.

          ¡Cuántos astros hay! Mi mirada gira, gira, gira… y por doquier ve astros y planetas… ¡Cuántas vidas estelares desconocidas hay aquí arriba y cuantos ignorados fulgores! ¡Qué lenguajes misteriosos y qué vidas misteriosas se hallan aquí!

          Hay astros qué, en su fulmíneo recorrido, se purifican, perdiendo efluvios y escorias, que se funden con las de otras estrellas y crean el núcleo de nuevas vidas; así el polvo de los astros forma una senda de innumerables y pequeñas vidas que, en realidad, son pequeñas respeto a los planetas, pero incalculablemente grandes respeto a la nada que es el cuerpo humano. Y esta senda, completamente luminosa, que es como un verdadero vivero de estrellas, deja escapar cada tanto una de sus relucientes vidas que, como una flor, se abandona en el viento del firmamento, se aparta del cuadro natal y, por un proceso que no sé explicar, nutriéndose de las sustancias que atrapa en su camino, va a plasmarse definitivamente… así ha nacido una nueva estrella. 

         O mejor dicho: esta estrella se ha aislado para decirle al hombre que la descubra: “Yo también existo”. Y aún hay otras estrellas que están en proceso de formación y transitan con la estela de su combustión y solidificación como un manto llameante o una cabellera suelta, desplegada por el aura de su mismo recorrido. Todo esto sucede en un prado de etéreo azul que hace perder el valor a la turquesa más pura y al más precioso zafiro pues, si se compara con él, se muestran pálidos y opacos.

          ¡Oh, luz de los campos celestes!, ¿Por qué no sé explicar mejor estas conjunciones, estas formaciones, estas disgregaciones, este inexplicable fermentar de vidas, esta obediencia, belleza y majestad del mundo estelar?

          Jesús hace un movimiento: su mirada se aparta de las estrellas y se vuelve hacia atrás y hacia la izquierda. Probablemente, de su Pensamiento parte una orden, un deseo, aunque no oigo palabra alguna. Un ángel llega velozmente, y se postra adorándole, a los pies del Salvador. Jesús me dice: “compara esta luz con esas luces”. No dice nada más. En efecto, por más que la luz de este ilimitado jardín de astros, que es el firmamento sea tal que no hay mente de poeta o de científico que pueda imaginarla ni siquiera lejanamente, el ángel, ese único ángel, resplandece más que todos los astros juntos…