MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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jueves, 5 de marzo de 2015

LAS TÁCTICAS DE JESÚS-DIOS PARA ATRAER LAS ALMAS: LAS HERIDAS ESPIRITUALES DE AMOR.









POESÍA DE SAN JUAN DE LA CRUZ.

CÁNTICO ESPIRITUAL



¿A donde te escondiste, Amado y me dejaste con gemido?
Como el Ciervo huiste habiéndome herido,
Salí tras Ti clamando, y eras ido. 



            Donde es de notar que en los Cantares compara la Esposa al Esposo al ciervo y a la cabra montesa, diciendo: Semejante es mi Amado a la cabra y al hijo de los ciervos (2, 9). Y esto no solo por ser extraño y solitario y huir de las compañías, como el ciervo, sino también por la presteza de esconderse y mostrarse, cual suele hacer en las visitas que hace a las devotas almas para regalarlas y animarlas, y en los desvíos y ausencias que las hace sentir después de las tales visitas, para probarlas y humillarlas y enseñarlas; por lo cual les hace sentir con mayor dolor la ausencia, según ahora da a entender en lo que se sigue diciendo:



Habiéndome herido



         Que es como si dijera: No solo me bastaba la pena y el dolor que ordinariamente padezco por tu ausencia, sino que, hiriéndome más de amor con tu flecha y aumentando la pasión y apetito de tu vista, huyes con ligereza de ciervo y no te dejas comprehender algún tanto.

            Para más declaración de este verso, es de saber que, allende de otras muchas diferencias de visitas que Dios hace a las almas con que la llaga y levanta de amor, suele hacer unos escondidos toques de amor que, a manera de saeta de fuego, hieren y traspasan el alma y la dejan toda cauterizada con fuego de amor, y estas propiamente se llaman heridas de amor, de las cuales habla aquí el alma. Inflaman ellas tanto la voluntad y en afición, que se está el alma abrasando en fuego y llama de amor; tanto que parece consumirse en aquella llama, y la hace salir fuera de sí y renovar toda y pasar a nueva manera de ser, así como el ave fénix, que se quema y renace de nuevo.

          De lo cual, hablando David dice: Fue inflamado mi corazón, y las renes se mudaron, y yo me resolví en nada, y no supe (Ps 72, 21-22)
  
            Los apetitos y afectos que aquí entiende el Profeta por renes, todos se conmueven y mudan en divinos en aquella inflamación del corazón, y el alma por amor se resuelve en nada, nada sabiendo sino amor. Y a este tiempo es la conmutación de estos renes en gran manera de tormento y ansia por ver a Dios, tanto, que le parece al alma intolerable rigor de que con ella usa el amor. ; no porque la hubo herido, porque antes tiene ella las tales heridas por salud, sino porque la dejó así penando en amor, y no la hirió más gravemente, acabándola de matar para verle y juntarse con él en vida de amor perfecto.

               Por tanto, encareciendo, o declarando ella su dolor, dice: habiéndome herido. Es a saber, dejándome así herida, muriendo con heridas de amor a tí, te escondiste con tanta ligereza como ciervo. Este sentimiento aparece aquí tan grande porque en aquella herida de amor que hace Dios al alma levantase el afecto de la voluntad con súbita presteza a la posesión del Amado, cuyo toque sintió. Con esta misma presteza siente la ausencia y al no poderle poseer aquí como desea; y así, luego juntamente, siente el gemido de tal ausencia, porque esas tales visitas no son como otras en las que Dios recrea y satisface el alma, porque estas sólo las hace más para herir que para sanar y más para lastimar que para satisfacer, pues sirven para avivar la noticia y aumentar el apetito y, por consiguiente el dolor y ansia de ver a Dios.

               Estas se llaman heridas espirituales de amor, las cuales son al alma sabrosísimas y deleitables; por lo cual querría estar siempre muriendo mil muertes a estas lanzadas, porque las hacen salir de sí y entrar en Dios, lo cual da ella a entender en el verso siguiente, diciendo:


Salí tras ti clamando, y eras ido.