MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

**
****************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************

rep

martes, 24 de marzo de 2015

PRECIOSA ORACIÓN DEL REY BALDUINO DE BELGICA



Es el pensamiento del Rey de Bélgica en proceso de 
canonización, siendo ya Venerable




Yo no importo nada

YO
Qué importancia tiene que haya de beber de ese amargo cáliz
Y si yo siento mi corazón triste hasta la muerte.
Ya que eres Tú, JESÚS que deseas ese sacrificio
Yo, no importo nada.

Como tú lo quieras, JESÚS mío, deja caer el velo,
Enséñame tu hermosura, apriétame en tus brazos,
O del cielo oscurecido arranca cada estrella
Yo, no importo nada

Dame, mi JESÚS, tu paz o la tormenta,
Corona mis esfuerzos, o no me sostengas
Bajo el peso de los sufrimientos deja que  doble mi cabeza :
Yo, no importo nada

Que mi corazón sea herido, hasta por los que yo quiero
¡Qué importa mi JESÚS, ya que me seguirás amando!
Que mis buenas obras sean incluso puestas en duda:
Yo, no importo nada

Si quieres que te honre con continuas obras
O si debo languidecer en la ineficacia, ¡ay de mí!
¡Que más me da, mi JESÚS! Tu así lo quieres, ¡yo te adoro!
Yo, no importo nada

Debo terminar de subir al Calvario
Incluso si el Cireneo se ausenta de mis pasos
¡Qué más da, mi JESÚS! ¡Tú verás mi miseria!
Yo, no importo nada


JESÚS
Si tu fe, querido hijo, es tan grande y tan alta,
Si quieres olvidarte para vivir en mis brazos,
Yo lo sé, Yo lo puedo, yo te amo e importo
Si tú no importas nada.

YO
¡Qué importa mi placer, mi alegría, mi sufrimiento!
Solo JESÚS debe importar a mi corazón aquí, abajo
A Él solo la Gloria, el amor, el agradecimiento
Yo, no importo nada


(Gracias a la Reina Fabiola por dar a conocer esta hermosa Oración)



LOS CAMINOS DE LA SALVACIÓN: LA OBEDIENCIA Y EL AMOR, FRUTOS DE LA HUMILDAD


Vosotros los Santos os colocáis el áureo cordón de la caridad y  lleváis las almas
  a lo alto, a lo alto, al Cielo, a Dios. 


Quiero aquí subrayar estas palabras del Ángel Azarías, que están dirigidas a una multitud de personas que se imaginan, como los Protestantes, que basta creer en la Divinidad de Cristo, para tener barra libre para entregarse a todos los apetitos del mundo, para ser salvos.

Y también se aplican para muchos católicos que se creen que recibiendo los Sagrados Sacramentos, sin hacerlos fructificar, tienen también asegurada la salvación eterna, son como el de la Parábola que escondió la mina entregada para que la hiciera fructificar, y el día del Juicio se la devolvió a Dios, tal como la recibió, lo que le valió la condenación eterna.


Estar bautizados, confirmados, absueltos, y haber comulgado, poco es, si tales dones resultan inertes; y, en cambio, es todo, si la buena voluntad de la criatura hace que sean activos los dones recibidos a través de los Sacramentos, convirtiendo en realidad eterna la esperanza que alegra el destierro de los llamados por Dios al gran pueblo de Dios.



Dice el Ángel Azarías a María Valtorta: 
(Azarías: suÁngel de la Guardia, de la palabra Hebréa Harzayáh, 
que significa: Dios socorre)



          “Tanto en las grandes como en las pequeñas cosas, siempre te trata Dios con misericordia, exigiendo de ti únicamente la obediencia. Porqué como consecuencia de la obediencia, viene una vida sin mancha voluntaria y una conducta ajustada a la Ley del Señor y a su querer. Dios Santísimo, nada que no sea el bien de sus hijos puede querer y por eso el que obedece a su querer, practica el bien en la medida de su capacidad y Dios se conforma con esa proporción por ser equivalente a la totalidad de cuanto la criatura le puede dar. 



             Y aún reporta un nuevo fruto la obediencia: el de unir estrechamente con Dios. Dichoso aquellos que pueden decir lo que Jesucristo a quien le reconvenía: “Yo siempre hice y hago lo que quiere el Altísimo”. La obediencia, al unir estrechamente con Dios, y casi fusionar con Él mediante la identificación en el querer – pues Dios quiere el bien de la criatura y esta, a su vez, el bien que Dios quiere de ella – hace efectivamente que descienda Dios con su amor a habitar en quien le ama puesto que la obediencia es amor.



          Y entonces, como el que predomina es siempre el más fuerte, - y aquí el más fuerte es Dios – sucede que quien opera es Dios, poseedor absoluto del espíritu fiel; y la criatura al hallarse tan penetrada y dominada por el Divino y en lo Divino, no realiza ya acciones propias sino divinas, que, por ser tales, no pueden ser sino acciones santas, privadas de contagios diabólicos, como así lo pide la Oración en su invocación. 


        Esta unión absoluta, esta total donación a Dios, este anularse en Dios, despojándose del yo, para ser absorbidos en Dios – el yo es material y no se puede con él penetrar en el Señor que es puro Espíritu – predispone a esa unión, donación, humildad, caridad, paciencia y mansedumbre que Pablo asegura ser esenciales para poder ser verdaderos cristianos, unidos a Cristo, unidos a Dios y unidos al Espíritu con el vínculo de la paz entre hermanos y de la caridad en sus dos ramas que se extienden: una al cielo para abrazar el trono de Dios y la otra en la Tierra para acariciar al prójimo. 

              Entonces es cuando realmente formáis un solo cuerpo y un solo espíritu, todos unidos en el Señor, con una sola fe, un solo bautismo y un solo Padre que está sobre todos y en todo, especialmente en los miembros del cuerpo de Cristo, miembros vivientes en los que viven y vivifican realmente las gracias infusas. 

      Estar bautizados, confirmados, absueltos y haber comulgado, poco es, si tales dones resultan inertes; y, en cambio, es todo, si la buena voluntad de la criatura hace que sean activos los dones recibidos a través de los Sacramentos, convirtiendo en realidad eterna la esperanza que alegra el destierro de los llamados por Dios al gran pueblo de Dios. 

          ¡La buena voluntad! ¡Que arma tan poderosa para vencer! Como dice el Gradual, el Señor mira a sus hijos desde el Cielo y los ve animados al buen deseo de servirle, aunque incapaces de hacerlo perfectamente. Ahora bien, ¿acaso se desanimará Dios por vuestra incapacidad de obrar con perfección? ¿O por ventura dirá: “Por mucho que hagan, no podrán entrar aquí, a mi Paraíso, en el que tan solo entran las cosas perfectas y las criaturas perfectas, puesto que ellos son imperfectos, como también son imperfectos todos sus actos?”. 

           ¡Oh!, no. Aquel Dios, que con una palabra creó los Cielos, reuniendo las moléculas de los gases y formó los astros y la Tierra; y, agrupando las diversas partes esparcidas por el cosmos, hizo la masa sólida que es vuestro mundo, las otras ardientes que son los astros y las líquidas que son los mares, cosas todas ellas que, a partir de entonces constituyen el Universo, ¿no podrá tal vez hacer obras perfectas con vuestras acciones deformes e imperfectas, es cierto, pero realizadas con buena voluntad? 

             (…) Todo lo podéis con solo que viváis como hijos con vuestro Padre que es Dios Altísimo, llegando a hablarle como a un amigo paternal, atreviéndoos a pedirle que anule el ya inminente castigo contra los perjuros que le ofenden y dé cumplimiento a esos deseos atrevidos que os brotan del corazón a impulsos de vuestro encendido amor. 

          (…) ¡Oh vosotros, amadores, que hacéis vuestros los deseos de Dios hacia vosotros, sois los sublimes locos en el seguimiento del Divino Jesús, loco de amor hasta la muerte de Cruz! Sois los locos de la sublime locura del amor y del sacrificio. ¡Lanzaos! ¡No temáis! El mundo, si aún ha de obtener misericordia, necesita de santos locos como vosotros. 

         Y de vosotros tienen así mismo necesidad las almas si todavía se han de salvar. Ellas, las más, ya no saben salvarse a si mismas. Se encuentran con las alas rotas, desgarradas, quemadas. Se arrastran y caen a tierra. Vuestro sacrificio, vuestra locura de amor, les devuelven alas y pupilas, tornando a ellas el deseo de lo alto, y, resurgiendo buscan a Dios, abren las alas… 

             Es vuestra sed de amor, es vuestro inexhausto desear lo que Dios quiere y vuestro cumplir lo que Dios desea, lo que las arrastra al Cielo. La carne, el mundo y el demonio es el lazo que las retiene. Vosotros quemáis ese pesado lazo, colocáis en su cuello el áureo cordón de la caridad y las lleváis con vosotros a lo alto, a lo alto, al Cielo, a Dios. 

        Loado sea el Amor que inspira y alabado el Amor que opera. Sean alabados el Amor que salva y el Dios inspirador de las acciones de los Santos. Alabanzas a los Santos que cooperan con Cristo y ¡al Amor, al Amor, al Amor! 

                  Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”