MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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martes, 30 de noviembre de 2021

SI JESÚS SE HUBIERA ENCARNADO, Y NO LO HUBIERAN CONDENADO Y MATADO EN LA CRUZ, EXISTIRÍA ARMONÍA Y PAZ EN EL MUNDO ENTERO




Sea por siempre Bendito y alabado




 ¿Qué hubiera pasado si en vez de matar a Jesús en la Cruz, Israel lo hubiera dejado reinar en la Tierra? Jesús le dice a María Valtorta que en ese caso hubiera habido Paz en el mundo y en las Conciencias, no habría guerras y reinaría la Paz en los Pueblos y en las conciencias. A pesar de que Jesús en la Cruz le dijo a su Padre "perdónalos porque no saben lo que hacen", el suplicio y la muerte de Jesús fue un pecado tan ignominioso, que hizo que el velo del Templo de Jerusalén se rajó por la mitad, lo que quiere decir que Yahvé abandonó el Pueblo Judío, que le dijo a Pilates que la Sangre de Jesús recayera sobre ellos y sobre sus hijos. Es lo que ocurrió con la destrucción de Jerusalén por los romanos y la diáspora del Pueblo Judío que se dispersó por el mundo entero.

Jesús cuando dictó a María Valtorta sus escritos, dijo en cierta ocasión que el Creador sería un Dios muy pequeño si hubiera creado solo la Tierra de la que estamos tan orgullosos, dijo que hay millones de mundos habitados  más grandes y mejores que el nuestro. Creo que por eso explica aquí Jesús, que si no lo hubieran matado en la Cruz, y lo hubieran dejado Reinar en el mundo, solo la Sangre de su circuncisión hubiera servido para borrar el pecado original, y en todo  el mundo y en la conciencia reinaría la Paz, pero al no ser así, la Humanidad entera que también lo ha matado también en su corazón, tiene que sufrir las terribles consecuencias.


DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA 
(7 de diciembre de 1.943)


Zacarías 9, 9-10-11-13-16-17.

Dice Jesús:
“Satanás sedujo a los hijos de Dios con pensamiento de soberbia. Inyectó en los inocentes la sed de ser grandes con todas las grandezas: del poder, del saber, del poseer.
“Seréis semejantes a Dios”. Hace siglos que se extinguió el silbido de la serpiente, pero el sonido que ya no rasgaba el aire, estaba fundido con el murmullo de la sangre en el corazón del hombre. Y todavía está fundido en vuestra sangre que amáis más que a vuestra alma. Y vivís perjudicándoos alma y cuerpo por obedecer al imperativo de vuestra sangre envenenada por Satanás.

Pero os equivocáis al aplicar valor a las cosas y las palabras. Ser semejantes a Dios os lo había dado ya como dote el Padre Creador. Pero una semejanza que en nada tiene que ver con lo que es carne y sangre, sino más bien el espíritu, porque Dios es ser espiritual y perfecto, y os hubiera hecho grandes en el espíritu y capaces de alcanzar la perfección mediante la Gracia, plena en vosotros y la ignorancia del mal.

Yo vine para poner las cosas y las palabras en la Luz justa y os mostré, con las palabras y los actos, que la verdadera grandeza, la verdadera riqueza, la verdadera sabiduría, la verdadera realeza, la verdadera deificación no son las que vosotros creéis.
No he querido nacer en una mansión regia, no he tenido lujo en mi vida, ni corte de dignatarios, ni ministros, ni carrozas y caballos, ni cátedras ilustres, ni palacios y bienes.

He venido manso y humilde con la apariencia de un pobre niño que ni siquiera tiene el cobijo de una pobre habitación, sino una gruta, refugio de animales, para sus primeras jornadas en el mundo. He venido con la apariencia de un prófugo en comarcas extranjeras, fugitivo ante el bajo  poder de los hombres, he conocido el hambre y la humillación de estar entre los sin techo, que deben arrancar a pequeños mordiscos su sustento con mil humildes trabajos. He venido con la apariencia de hijo de un obrero, y pobre por añadidura: un obrero de pueblo al que los campesinos, carreteros, amas de casa, piden mangos para sus utensilios agrícolas, rayos y aros para las ruedas de sus carretas, reparaciones de maseras y de banquetas y fábrica de pobres lechos para algunos esposos, humildes como el carpintero de Nazaret, que debían construirse una casa o una cuna para el primer pequeño.

He venido con la apariencia de peregrino que no tiene ni piedra donde apoyar su cabeza y se debe acostar allí donde el Creador le hace encontrar una, que no tiene más alimento que el dado por la caridad de quien lo acoge y que tanto puede ser el pan y la sal, o el tazón de leche de cabra, o el pescado asado en las brasas de los campesinos, de los pastores, de los pescadores, como el rico banquete del fariseo en el que los sabrosos platos me resultaban amargos porque no estaban condimentados con amor sino solo por curiosidad, o las comidas en Betania, descanso del alma de Cristo que encontraba allí la madre en Marta, llena de atenciones materiales, y en María, llena de adoración y se sentía comprendido por una mente docta de amigo.

He entrado como hijo de David en la ciudad real – que, mientras entraba, ya me expelía como un vergonzoso aborto – a caballo de una burrita que me fue ofrecida por la generosidad de un sencillo que me había reconocido Maestro e Hijo de Dios.
He muerto desnudo y sobre un lecho de oprobio, un leño que ni siquiera era mío, y he sido arreglado y sepultado con vendas y aromas adquiridos por quien me amaba en un sepulcro ofrecido por la piedad de quien me amaba.

Fui grande porque quise ser pequeño. Recordarlo, vosotros que siendo pequeños queréis ser grandes, a toda costa, incluso en lo ilícito. Y mi Reino no tendrá ni fin, no confín, porque me lo he conquistado a costa de mi anulación total.

Si me hubierais hecho reinar en lugar de matarme primero en la Cruz y después en vuestras conciencias, habríais conocido eras de paz, largas cuanto la Tierra desde el momento que posé mi pie de Inocente sobre ella, porque Yo soy el Rey de la paz, soy la Paz misma. Os habría dado la paz en las naciones, la paz en las conciencias, porque con mi Sangre (la Sangre de la circuncisión habría bastado para redimir a la Humanidad) he venido a liberaros de la fosa sin agua que Satanás os había excavado y donde perecíais y perecéis porque, a pesar de que os haya extraído de ella, allí habéis querido volver, dado que el seductor la ha asfaltado de oro y ha pintado en las paredes de la derecha imágenes obscenas y en la izquierda imágenes de poder. Tres cosas que tienen para vosotros el mismo valor.

Y, sin embargo Yo me he dejado extender sobre la Cruz para hacer de mi martirio una flecha que perfora los Cielos cerrados y abre el paso al perdón de Dios. Y, a pesar de que me hayáis odiado, Yo continuo  llamándoos para recogeros, como trompeta empuñada por un alférez, para convertiros en mi ejército pacífico que conquista los Cielos.

Venid. Antes de que llegue la hora en que no podáis ya venir, venid a Mí. Estad vestidos con mis uniformes y contraseñados con mi signo. El ángel de Dios preservó a los hijos de Israel del exterminio de Egipto por la sangre del cordero esparcida sobre las jambas y los arquitrabes; Yo, Cordero de mi Padre y Señor, salvo a mi Padre sus hijos por mi Sangre, con la que he teñido no la materia del leño y de la piedra que mueren, sino vuestra alma inmortal.

Las trompetas de la llamada universal serán vida infundida de nuevo para los signados con mi Sangre, y los huesos de los justos surgirán de entre los pliegues del suelo, donde dormían desde hace siglos, para vestirse con júbilo, con carne perfecta porque nutrida con el Pan vivo bajado del Cielo para vosotros y del Vino exprimido de las venas del Santo, que vuelve virgen vuestra alma y la hace Digna de entrar en la Jerusalén del Cielo.







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