MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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sábado, 17 de junio de 2017

SUBLIME EXPLICACIÓN DE JESÚS SOBRE LA TERRIBLE LUCHA DE LAS ALMAS PARA ALCANZAR LA VIDA ETERNA DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA 11-5-1.944


Dice Pedro: “El diablo, que es vuestro adversario, gira en torno a vosotros
como un león rugiente en busca de la presa"


Y aquí aparece el Superior General de los Jesuitas, de nacionalidad venezolana, diciendo que el diablo es una figura simbólica, y que tiene su País dirigido por un atroz dictador comunista, hijo de satanás, machacando a su Pueblo, y del cual habla, sin pedir al mundo entero oraciones a Dios con lágrimas en los ojos, o proponer que se consagre  su País, a la Santísima Virgen María.
Y también aparece en el libro del famoso exorcista Gabriele Amorth, un Cardenal de una oficina vaticana, diciéndole ¿Pero Ud. cree en el demonio, esa fábula? o un Arzobispo que me dijo que al ser todos hijos de Dios, y siendo Dios nuestro padre, no puede mandar ahí un hijo suyo, y que por eso el Infierno está vacío.
Y todo esto, según se lee en Religión y Libertad, con la noticia de que cada vez hay más posesiones diabólicas, y que los exorcistas se ven desbordados, no dando a bastos con su labor, pidiendo ayuda, con muchos Obispos que se niegan a nombrar nuevos exorcistas, diciendo que todo eso obedece a problemas psicóticos.




Dice Jesús:

[…] María: El Bautismo y los Sacramentos, en general, son el injerto total; son los que, sobre la mala planta del hombre, manchado por la culpa original, injertan la Gracia, y que con sucesivos injertos, mantienen dicha Gracia, pues la planta-hombre, por su misma naturaleza, rechaza los efectos de la Gracia, rechaza ese divino injerto.

No siempre mi Sangre, mi Carne, mi Martirio y el fuego Paráclito, logran hacer de vosotros – los salvajes – logran hacer de vosotros árboles de frutos celestiales. Es raro que lo logren, porque os falta la voluntad de convertiros en ellos. En cambio, en los que tienen dicha voluntad y ella es la nota predominante de su canto de amor, el amor es su canto, el amor efectúa otro injerto: el de la fusión conmigo. Entonces, Yo los tomo de la mano, y la cicatriz de ese roce, que nunca se cura completamente, injerta en vuestro ser sus ardores y sus vástagos y os marca con un fuego indeleble.

No es necesario ser desmochados, como en el primer injerto. La Gracia está ya en vosotros. Más, ¡oh, heraldo Mío! Es necesario ser lacerados por el dolor para poder recibir, con inmediata vitalidad mi benéfico contacto. Y cuanto más grande es vuestra herida, tanto mayor es el sitio donde puedo aplicar mis Heridas. Y si acaso todo vuestro ser está cubierto de heridas, si de la cabeza a los pies no sois más que dolor y maceración, entonces, os estrecho a Mí, a cada herida Mía corresponde una vuestra y, como por una transfusión espiritual, la Sangre pasa de Mí, que estoy herido, a vosotros, que también lo estáis. Sé que el sufrimiento es atroz, más los efectos son sublimes.

Estoy unido a ti, María. No te das cuenta. No puedes darte cuenta porque estás muriendo de dolor. Desde la hora sexta hasta la nona, yo tampoco veía nada, ni siquiera a mi Madre…El dolor me permitía solamente sentir al dolor: todo estaba anulado en el dolor atroz de la agonía final, de la Redención: el cielo, el sol, la multitud, los gritos, los gemidos, los silbidos del viento. Sabía que mi Madre estaba al pie de la Cruz, pero más que la oscuridad cada vez más densa, la escondía a mi vista el dolor, el dolor del martirio y el de ser abandonado por Dios. ¡Y solo Yo sé cuánto habría querido verla para encontrar consuelo a esa desolación!...

Ahora te tomo de la mano y te digo: “Baja de tu cruz y ven conmigo, fuera de las tinieblas, por un momento. Quiero hablarte de un tema que le importa a uno, que Yo y tú queremos, un tema del que Yo no te hablado antes porque lo reservo para este momento.

Dice mi Pedro: “El diablo, que es vuestro adversario, gira en torno a vosotros como un león rugiente en busca de la presa; resistirle con la fuerza de la fe, recordad que vuestros hermanos dispersos por el mundo sufren vuestros mismos padecimientos”.
En las regiones africanas donde vive el león, los hombres y los animales saben cómo conducirse con él. Una vez te he llevado conmigo a Oriente, cerca de una fuente rebosante de aguas…y te he dicho: “Sé como ella. Hoy te llevo conmigo a las florestas eternas, cuyos gigantes arbóreos son los descendientes de los que surgieron de la nada, por voluntad del Padre, ante los ojos atónitos de los primeros padres. Así podrás ver algo diferente de lo que te pone melancólica.
Mira. Las altas cimas de estos milenarios gigantes verdes se alzan contra un cielo aún más azul que mis mismos ojos. Y, enlazadas las unas con las otras, allí en lo alto hablan de los hechos de aquí abajo a los vientos y a las estrellas, que estas no pueden ver porque se les oculta el techo verde.

Debajo está el sotobosque, denso como un laberinto, intricado por las lianas y las raíces que parecen serpientes, ornado con aderezos traidores, las serpientes al acecho. Aún más abajo se extiende la felpa tupida del prado, cuyas hierbas han nacido en un terreno virgen, rico de mil humores, en el que encuentran dulce alimento y reposo los antílopes y las gacelas, y alimento los millones de pájaros de diversos colores y cantos. Hay flores, helechos, diademas de corolas, astros verdes, grutas musgosas y frescos cursos de agua y una luz verde que apacigua en medio del sol que encandila cuando logra entrar en los senderos que el hombre ha abierto con esfuerzo, o a lo largo de un espejo de agua tan vasto que la bóveda vegetal está obligada a abrirse como un pozo verde.

El rey de estas florestas es el león. De todo lo que corre o salta, o se arrastra, se trepa, vuela o camina, nada puede hacerle frente. El hombre que pasa con su manada al borde de la floresta, emigrando a zonas de pasto o de mercado, construye para sí o para los demás, recintos para encerrar en ellos el ganado en las noches frías y serenas. Apenas cae la noche, los animales se refugian en la espesura o se suben en lo alto de los árboles para eludir su asalto, porque el león no ataca mientras el sol brilla en el cielo. Espera la noche, las sombras engañadoras de la luna, o las densas tinieblas para atacar a su presa. Apenas cae la noche, aparece y ruge, ruge en torno a los recintos de los hombres y las guaridas de las bestias. No entra en ellas, espera. Espera que el imprudente salga de su refugio.

¡Se cometen siempre tantas imprudencias: deseo de alivio, curiosidad de ver, prisa por llegar! El león está allí. Espera, paladeando el sabor de la presa, golpeándose los costados por la impaciencia y por la ira que le causa la larga espera y, va girando para ver el punto por donde saldrá el imprudente, y cuando lo encuentra está al acecho, o bien estudia los movimientos habituales y tiende su emboscada. Ahora está callado, pues sabe que el imprudente está al llegar. Calla para éste crea que no está allí. Y, en cambio, nunca está tan presente como cuando calla.

María: el diablo se comporta como el león. Aprovechando que sea puesto el sol, gira en torno a vuestras almas. No osa aparecer para asaltaros mientras el sol está alto en vuestro espíritu. Ruge, pero no asalta. ¿Qué importa si ruge?, deja que ruja de rabia. Quédate bajo el sol, bajo tu Dios, y no temas. ¿Ya no ves el Sol? Más Él existe. Si en una hora de prueba tu vista se niebla y ya no puedes ver su aspecto, aprende a sentir su calor. ¿No sabes que tu hielo te mataría si tu Sol estuviera muerto para ti? Si tu espíritu vive, aunque Dios lo haya enceguecido, es porque aún te besa el Sol.

¡Oh, si las almas supieran quedarse siempre bajo el Sol eterno y aún en medio de las tinieblas de la prueba, no salieran del cenit solar y dijeran: “Me quedo en mi lugar; aquí donde me ha dejado Dios me encontrará porque no cambio la razón de mi fe y de mi amor”!

El diablo va rondando en busca de la entrada que le permita extender su garra y aferrar al incauto que está demasiado cerca de la salida, es decir de la tentación. O, de lo contrario, espera que salga, como presa libre que se deja atraer por los apetitos de sus sentidos. O pone en práctica la insidia más astuta: calla y queda al acecho y el que vive sin estar unido a lo divino, cae en su trampa.

Os lo repito: mientras sigue rugiendo, es poco peligroso, pero cuando, después de haberse hecho oír, calla, entonces el peligro llega al punto culminante: calla porque ha descubierto vuestro punto débil y vuestras costumbres, y ya está listo para arrojarse sobre vosotros. Vigilad. Si sobre vosotros brilla la Luz de Dios, ella os ilumina y no hace falta nada más. Pero, si vivís en las tinieblas, permaneced anclados en la fe y no os alejéis de ella por ningún motivo. ¿Todo os parece muerto y anulado? Decíos a vosotros mismos: “No, todo es como antes”. Decidle a Satanás: “No, todo es como antes”.

¡Cuántos han padecido vuestras mismas torturas antes que vosotros! Las han padecido “vuestros hermanos esparcidos por todo el mundo”, vuestros hermanos en el mundo. Entiendo aquí por mundo, no tanto esta Tierra en la que vivís, y todos sus habitantes, mundo es la comunión de todos los seres vivos. Digo “de todos los seres vivos”, o sea de todos los que están en la Vida eterna, tras haber querido y sabido permanecer en la “Vida” mientras estaban en la Tierra.

Pues bien, estos hermanos vuestros, esparcidos como flores eternas en mis paradisiacos jardines, no solo recuerdan sus luchas pasadas – y, por lo tanto saben comprender las vuestras -, sino que por la Caridad que ya constituye toda su Vida en la bienaventuranza, sufren porque os ven sufrir. Es este, un sufrimiento por Amor, que no empaña su júbilo, más que introduce en él un matiz de vehemente caridad que les lleva a apiadarse de vuestros afanes y socorrerlos. El Cielo entero está desplegado sobre vosotros, que estáis luchando por mi Nombre y con mi Nombre en el corazón, y os ayuda.

No vayáis más allá de la triple barrera de las virtudes teologales ni de la segura defensa de las cuatros virtudes cardinales. He aquí vuestras defensas: fe, esperanza, caridad; justicia, templanza, fortaleza, prudencia. Contra ellas se quiebran las garras de Satanás y este pierde su aspereza y no puede dañaros.

Cuando el Sol, vuestro Dios, vuelve a brillar sobre vuestras almas victoriosas, que han vencido la atormentada noche, os quedáis asombrados al ver la obra liberatoria que el mismo demonio ha cumplido contra su voluntad, mientras andaba enfurecido a vuestro alrededor, porque en su furia impotente, al poneros a la defensiva ha hecho que las pequeñas imperfecciones, como tiernas hierbas demasiado pisoteadas, murieran definitivamente y que sobre el suelo desnudo descendiera triunfante la Luz, para que creciera con más fuerza vuestra flor, vuestro espíritu, creado para vivir en el Cielo.

Ve en Paz. Vuelve a tu cruz y a tus tinieblas, llevando contigo la Paz, llevando el recuerdo de este Sol. Ve. A pesar de que en estas horas, entre la sexta y la nona, no puedes vernos porque el dolor te enceguece, cree en Mí y en mi Madre.