MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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miércoles, 29 de junio de 2022

II/II COMENTARIOS DE LA Stma. VIRGEN MARÍA SOBRE SU ENTRADA EN EL REINO DE DIOS PARA SER DECLARADA REINA DEL CIELO Y DE LA TIERRA; MADRE DE DIOS Y DE LA HUMANIDAD




MARÍA Stma; EN SU TRONO DE REINA DEL CIELO
 Y TIERRA  POR SER MADRE DE DIOS Y DE LA HUMANIDAD,
BIENAVENTURADOS LOS QUE SON SÚBDITOS SUYOS


María la obra más perfecta de Dios, es recibida en los Cielos como la Criatura que Dios soñó para toda la humanidad, no hay en ella el menor atisbo de mancha, o de impureza de soberbia, es la nueva Eva que nos enseña como deberían de ser todos los hombres para cumplir con la voluntad de Dios. Como Reina de todo lo creado, tiene en sus manos el poder de concedernos la divina Gracia de Dios, ya que es también medianera de todos sus dones, que dará con amor de Madre a todos los que la aman y que se acogen a su protección.


DEL EVANGELIO COMO ME HA SIDO REVELADO
DE MARÍA VALTORTA

Diciembre 1.943
Dice María:
“Mi humildad no podía dejarme pensar que me estaba reservando tanta gloria en el Cielo. En mi pensamiento estaba casi la certeza de que mi carne humana, santificada por haber llevado a Dios, no conocería la corrupción. Porque Dios es vida y cuando de sí mismo satura y llena a una criatura, esa acción suya es como un ungüento que preserva de la corrupción de la muerte.
Yo no solo había permanecido Inmaculada, no solo había estado unida a Dios con un casto y fecundo abrazo, sino que me había saturado, hasta en mi más profundo ser, de las emanaciones de la Divinidad escondida en mi seno y que quería velarse de carne mortal. Pero el que la bondad del Eterno tuviera reservado a su sierva el gozo de volver a sentir en sus miembros  el toque de la mano de mi Hijo, su abrazo, su beso y de volver a oír con mis oídos su voz, y de ver con mis ojos su rostro… esto no podía pensar que me fuera concedido, y no lo anhelaba. Me habría bastado con estas bienaventuranzas  le fueran concedidas a mi espíritu, y con ello, ya se habría sentido lleno de beata felicidad mi yo.
Pero, como testimonio de su primer pensamiento creador respecto al hombre, destinado por el Creador a vivir, pasando sin muerte del Paraíso terrenal al celestial, en el reino eterno, Dios quiso que yo, Inmaculada, estuviera en el Cielo con alma y cuerpo… inmediatamente después del fin de mi vida terrena.

Yo soy el testimonio cierto de lo que Dios había pensado y querido para el hombre: una vida inocente y sin conocimiento de culpas; un dulce paso de esta vida  a la Vida eterna, paso con el que, como quien cruza el umbral de una casa para entrar en un Palacio, el hombre, con su ser completo hecho de cuerpo material y de alma espiritual, habría pasado de la Tierra al Paraíso, aumentando esa perfección de su yo que Dios le había dado, con la perfección completa, tanto de la carne como la del espíritu, que el pensamiento divino tenía destinada para todas las criaturas que permanecieran fieles a Dios y a la Gracia. Perfección que habría sido alcanzada en la luz plena que hay en el Cielo y lo llena, pues que de Dios viene; de Dios, Sol eterno que ilumina el Cielo.

Delante de los Patriarcas, Profetas y Santos, delante de los Ángeles y los Mártires, Dios me puso a mí, elevada a la gloria del Cielo en alma y cuerpo, y dijo:
“Esta es la obra perfecta del Creador; la obra que, de todos los hijos del hombre, Yo creé a mi más verdadera imagen y semejanza, fruto de una obra maestra divina y creadora, maravilla del Universo, que ve, dentro de un solo ser, a lo divino en el espíritu eterno como Dios y como Él espiritual, inteligente, libre, sabio, y a la criatura material en el más inocente y santo de los cuerpos, criatura ante la que todos los demás vivientes de los tres reinos de la Creación están obligados a inclinarse.
Aquí tenéis el testimonio de mi amor hacia el hombre, para el que quise un organismo perfecto y un bienaventurado destino de eterna vida en mi Reino.
Aquí tenéis el testimonio de mi perdón al hombre, al que, por la voluntad de un Trino Amor, he concedido  nueva habilitación y creación ante mis ojos.
Esta es la mística piedra de parangón, este es el anillo de unión entre el hombre y Dios. Ella es la que lleva de nuevo el tiempo a sus días primeros, y da a mis ojos divinos la alegría de contemplar a una Eva como Yo la creé, aún más hermosa y santa por ser  Madre de mi Verbo y por ser Mártir del mayor de los perdones.

Para su Corazón Inmaculado que jamás conoció mancha alguna, ni siquiera la más leve, Yo abro los tesoros del Cielo; y para su Cabeza, que jamás conoció la soberbia, con mi fulgor hago una corona, y la corono, porque es para Mí santísima, para que sea vuestra Reina”.

En el Cielo no hay lágrimas. Pero, en lugar del jubiloso llanto que habrían derramado los espíritus si les hubiera conseguido el llanto – humor que rezuma destilado por una emoción -, hubo, después de estas divinas palabras, un centelleo de luces, y visos de esplendores resplandeciendo aún más esplendorosas, y un incendio de fuegos de caridad que ardían  con más encendido fuego, y un insuperable e indescriptible sonido de celestes armonías, a las cuales se unió la Voz del Hijo mío, en alabanza a Dios Padre y a su Sierva bienaventurada para todo la eternidad”.





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