MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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sábado, 14 de abril de 2018

I / EL BEATO TRÁNSITO DE MARÍA SANTÍSIMA VISIÓN DE MARÍA VALTORTA DEL 21-11-1.951.

María es la única Criatura juzgada digna
de ser la Madre de Dios





EL TRÁNSITO DE MARÍA SANTÍSIMA A LOS CIELOS
I/ Recomendaciones de María para la Iglesia; preparación
para la comparecencia ante la Divinidad.


María en su pequeño cuarto solitario situado arriba en la terraza, vestida enteramente de cándido lino (…), está ordenando sus vestidos y los de Jesús, que siempre ha conservado. Elije los mejores. Estos mejores son pocos. De los suyos, toma la túnica y el manto que tenía en el Calvario; de los de su Hijo toma la túnica de lino que Jesús acostumbraba llevar en los días veraniegos y el manto encontrado en el Getsemani, todavía manchado de la sangre brotada con el sudor sanguíneo de aquella hora tremenda.
Dobla bien estos indumentos. Besa el manto ensangrentado de su Jesús, y se dirige hacia el arca en la que están, desde hace años, recogidas y conservadas las reliquias de la última Cena y de la Pasión. Las reúne en una única parte, la superior, y pone todos los indumentos en el inferior
[…] “He ordenado todo lo que conviene conservar. Todos los recuerdos… Todo lo que constituye un testimonio de su amor y dolor infinitos”.
“¿Por qué Madre, volverte a abrir las heridas del corazón, viendo de nuevo ess cosas tristes? Sufres viéndolas, porque estás pálida y tu mano tiembla” le dice Juan acercándose a ella, como temiendo que – tan pálida y temblorosa como está – pueda sentirse mal y caer al suelo.

“¡Oh, no es por eso por lo que estoy pálida y tiemblo! No es porque se me abran de nuevo las heridas… que, en verdad, nunca se han cerrado completamente. En realidad, siento en Mí paz y gozo, una paz y un gozo que nunca han sido tan completos como ahora”.
“¿Nunca como ahora? No entiendo…  A mí, ver esas cosas, llenas de atroces recuerdos, me hace renacer la angustia de aquellas horas. Y yo solo soy un discípulo suyo, Tu eres su Madre…”.
[…] Desgarrador fue el dolor de la separación que siguió a su muerte, pero ¿Con que palabras podré expresar el gozo que sentí, cuando se me apareció resucitado? Inmensa fue la pena de la separación por su regreso al Padre, una pena sin término hasta el final de mi vida terrestre, Ahora experimento el gozo, inmenso el gozo como inmensa ha sido la pena, porque siento que mi vida toca a su fin, He hecho cuanto debía hacer. He terminado mi misión terrena. La otra, la celeste, no tendrá fin. Dios me ha dejado en esta Tierra hasta que he consumado yo también como mi Jesús – todo lo que debía consumar. Y tengo dentro de Mí, una secreta alegría –única gota de bálsamo en medio de sus amarguísimos finales y atroces sufrimientos – que tuvo Jesús cuando pudo decir: “Todo está consumado”.
“¿Alegría en Jesús, en aquella hora? “.
“Sí, Juan. Una alegría incomprensible para los hombres, pero comprensible para los espíritus que ya viven en la Luz de Dios y ven las cosas profundas, escondidas por los velos que el eterno corre sobre sus secretos de Rey, gracias a esa Luz, Yo, tan angustiada como estaba, profundamente turbada por lo que estaba sucediendo, asociada a Él, a mi Hijo, en el abandono en las manos del Padre, no comprendí en esos momentos. La Luz se había apagado para el mundo para todo que no había querido acoger, Y también para Mí. No por un justo castigo, sino porque, debiendo ser la Corredentora, yo también tenía que padecer la Angustia del abandono de los consuelos divinos, la tiniebla, la desolación, la tentación de Satanás de que no creyera ya posible lo que Él había dicho; Todo lo que Él padeció en el Espíritu desde el Jueves  hasta el Viernes. Pero luego comprendí. Cuando la Luz, resucitada para siempre, se me apareció, comprendí. Todo, incluso la secreta alegría final de Cristo cuando pudo decir: “Todo lo que el Padre quería que llevara a cabo lo he cumplido. He colmado la medida de la Caridad Divina amando al Padre hasta el sacrificio de si mismo. Amando a los hombres hasta morir por ellos. Todo lo que debía llevar a cabo lo he cumplido. Muero, lacerado en mi carne inocente, pero contento en mi espíritu”.

Yo también he cumplido lo que ab aeterno, estaba escrito que cumpliera. Desde la Generación del Redentor hasta la ayuda a vosotros, sus sacerdotes, para que os formarais perfectamente […]
Porque la vida de Jesús, y también la mía, estuvieron siempre guiadas y movidas por el amor. Ninguno fue rechazado por nosotros, a todos les perdonamos; solo a uno no pudimos otorgarle el perdón, porque él, siendo ya esclavo del Odio, no quiso nuestro Amor sin límites. Jesús en su último amor antes de la muerte, os mandó que os amareis los unos a los otros. Y os dio incluso la medida del amor que debíais tener, diciéndoos: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado. Por esto se sabrá que sois mis discípulos”.

La Iglesia para vivir y crecer tiene necesidad de la Caridad. Caridad sobre todo en sus ministros. Si no os amareis entre vosotros con todas vuestras fuerzas y, de la misma manera no amarais a vuestros hermanos en el Señor, la Iglesia se haría estéril y raquítica, y escasa sería la nueva creación y la supercreación de los hombres, para el grado de Hijos del Altísimo y coherederos del Reino de los Cielos, porque Dios dejaría de ayudaros en vuestra misión, Dios es Amor, todos sus actos han sido actos de Amor. Desde la Creación hasta la Encarnación, desde esta hasta la Redención, desde esta a su vez hasta la fundación de la Iglesia y, en fin desde esta hasta la Jerusalén celestial que recogerá a todos los justos para que exulten en el Señor. “Te digo a ti estas cosas porque eres el Apóstol del Amor y lo puedes comprender mejor que los otros…”.

[…] Porque yo sé que el Amor es, para cualquier que lo use, fuerza, luz, imán que atrae hacia arriba, fuego que purifica y hace hermoso todo lo que enciende, y transforma y transhumana a todos los que ciñe en su abrazo. “Sí, el Amor es realmente llama. Es llama, que aun destruyendo todo lo caduco, hace de ello – aunque se trate de un deshecho, un detrito, un despojo de hombre – un espíritu purificado y digno del Cielo. ¡Cuántos desechos, cuántos hombres manchados, corroídos, acabados, encontraréis en vuestro camino de evangelizadores! No despreciéis a ninguno de ellos. Antes, al contrario, amadlos, para que nazcan al Amor y se salven. Infundid en ellos la caridad. Muchas veces el hombre se hace malo porque nadie le amó o le amó mal. Vosotros, amadlos para que el espíritu Santo vaya de nuevo a vivir – después de la purificación – en esos tiempos vaciados y ensuciados por muchas cosas.
Dios, para crear al hombre no tomó un ángel, ni materia selecta; tomó barro, la materia más abyecta. Luego, infundiendo en ella un soplo o sea, otra vez su Amor, elevó la materia abyecta al excelso grado de hijo adoptivo de Dios.
Mi Hijo, en su camino, encontró muchos seres humanos caídos en el fango, y que eran verdaderos despojos. No los pisó con desprecio. Al contrario, con Amor los recogió y acogió, y los transformó en elegidos del Cielo. Recordad esto siempre. Y actuad como Él actuó.

[…] Y el propio Espíritu, hablando en los hijos del Señor de nuevo creados, los fortalecerá de tal manera, que para ellos será dulce el morir entre tormentos, padecer el destierro y la persecución, con tal de confesar su Amor a Cristo y unirse a Él en el Cielo, como ya hicieron Esteban y Santiago, mi Santiago y otros más… Cuando estés solo, salva esta arca…”.
Juan, palideciendo y turbándose, más pálido aun de lo que se puso cuando María le dijo que siente cumplida su misión, la interrumpe exclamando y preguntando: “¡Madre!! ¿Por qué dices esto? ¿Te sientes mal?”.
“No”
“¡Entonces es que quieres dejarme?”.
“No. Estaré contigo mientras esté en la Tierra. Pero prepárate, Juan mío a estar solo”. […] Todo en mi vida ha sido voluntad de Dios, y obediencia mía a su voluntad. Pero esta, la voluntad de querer unirme de nuevo a Jesús, es voluntad del todo mía. ¡Dejar la Tierra por el Cielo, para estar con Él eterna y continuamente! ¡Mi deseo de hace ya muchos años! Y ahora siento que próximamente se va a hacer realidad. ¡No te turbes  de esa manera, Juan! Escucha más bien mis últimos deseos, Cuando mi cuerpo, ausente ya de él el espíritu vital, yazca en paz, no me sometas a los embalsamamientos habituales entre los hebreos. Ya no soy la hebrea, sino la cristiana, la primera cristiana, si bien se piensa, porque fui la primera que tuvo a Cristo, Carne y Sangre en Mí, porque fui su primer discípulo, porque fui con Él Corredentora y continuadora suya aquí, entre vosotros, siervos suyos. Ningún ser humano, excepto mi padre y mi madre y los que asistieron a mi nacimiento, vio mi cuerpo. Tú a menudo me llamas Arca verdadera que contuvo a la Palabra divina”. Ahora bien, tú sabes que solo el Sumo Sacerdote puede ver el Arca. Tú eres sacerdote y mucho más santo y puro que el Pontífice del Templo. Pero yo quiero que sólo el eterno Pontífice pueda ver, a su debido momento, mi cuerpo. Por eso, no me toques. Además… ya ves que me he purificado y me he puesto la túnica pura, el vestido de los esponsales eternos… Pero ¿por qué lloras, Juan?”.













sábado, 7 de abril de 2018

VISIÓN DE MARÍA VALTORTA: SINIESTRA REUNIÓN DE JUDAS CON EL SANEDRÍN PARA PREPARAR LA ENTREGA DE JESÚS.



JUDAS ENTREGÓ A JESÚS PORQUE EL SANEDRÍN LE PROMETIÓ
UN PUESTO PREFERENTE EN SU ASAMBLEA
FUE UN PECADO DE SOBERBIA


Extraordinaria visión de María Valtorta sobre la reunión secreta de Judas con miembros del Sanedrín, que le prometen ser considerado como el Liberador de Israel, que estaba profetizado en las escrituras para eliminar a Jesús que era el supuesto hereje que iba a acabar con el Judaísmo. En realidad, temiendo la reacción del Pueblo por las probables denuncias de Judas acerca del complot para asesinar a Jesús, el Sanedrín también tiene previsto asesinar a Judas.

Las Conversaciones de Judas con los criminales miembros del Sanedrín, demuestran claramente que Judas deseaba la muerte de Jesús, ya que esperaba de Él una posición destacada en este mundo, y al creer que se la iba a dar el Sanedrín, accede a entregarlo, he oído predicadores que afirman que Judas era una persona normal, cuando el Evangelio afirma que robaba dinero y que llevaba una vida disoluta. Fue después cuando se enteró del engaño, cuando el Sanedrín no le dio la gloria que buscaba, que aplastado por el remordimiento de la traición, que devolvió el dinero y se suicidó, si hubiera ido a pedir perdón al pié de la cruz, hubiera salvado su alma, Jesús le hubiera dicho: "¿Has venido a pedir perdón? ¡aquí lo tienes!,  y le hubiera dicho las mismas palabras que a Juan: Ahí tienes a tu Madre, y a María; ahí tienes a tu hijo", dice Jesús que el mundo está tan corrompido, que este hecho era inconcebible.





JUDAS ISCARIOTE SE REÚNE CON EL SANEDRÍN PARA ENTREGAR A JESÚS 
(29 de Marzo de 1.947)

Judas llega a la casa que Caifás tiene en el campo. Pero hay luna, una luna que hace de cómplice al asesino, iluminándole el camino. Debe de estar bien seguro de encontrar allí, en aquella casa de fuera de las murallas, a quienes busca, porque en el caso contrario, pienso que habría entrado en la ciudad e ido al templo, sin embargo sigue seguro  entre los olivos del pequeño collado.
[…] Ya está Judas delante de la puerta de la casa, que albea con la luz de la luna. Llama. Tres golpes, un golpe, tres golpes, dos golpes. ¡Sabe a las mil maravillas hasta la señal convenida! Y debe de ser una señal segura, porque la puerta se entreabre sin que previamente el portero mire por la ventanilla practicada en la puerta.

Judas se introduce rápidamente y, al criado portero que le saluda con deferencia, le pregunta:”¿La asamblea está reunida?”.
“Si, Judas de Keriot. Podría decir que está completa”.
“Llévame a ellos. Tengo que hablar de cosas importantes. ¡Rápido!”.
El hombre cierra con todos los cerrojos la puerta y precede a Judas por el pasillo semioscuro. Se para ante una pesada puerta y llama. El rumor de las voces cesa en la sala cerrada y es sustituido por el ruido de la cerradura y el chirríar de la puerta que al abrirse proyecta un cono de luz viva en el pasillo oscuro.
"¿Tú?, ¡entra! dice el que ha abierto la puerta (no se quien es). Y Judas entra en la sala mientras el que la ha abierto cierra con llave de nuevo.
Hay una reacción de estupor, o por lo menos de turbación, al ver entrar a Judas. Pero le saludan en coro. “La paz a ti Judas de Simón”.
“La paz a vosotros, miembros del Sanedrín santo” saluda Judas.
“Acércate. ¿Qué quieres?” le `preguntan.
“Deciros algo…Hablaros de Cristo. Ya no es posible seguir así. Yo ya no puedo seguir sirviéndoos de ayuda, si no os decidís a tomar decisiones extremas. Ese hombre ya sospecha”.
“¿Te has dejado descubrir, necio?” le interrumpen.
“No. Necios vosotros, vosotros que por una estúpida prisa habéis dado pasos errados. ¡Bien sabíais que os habría servido! No os habéis fiado de mí”.
“¡Tienes memoria lábil Judas de Simón! ¿No recuerdas como nos dejaste la última vez? ¿Quién podría pensar que nos eras fiel, a nosotros proclamando de esa manera que no podías traicionarle?” dice Elquías, irónico, más que nunca serpentino.

“¿Y creéis que es fácil llegar a engañar a un amigo, el único que verdaderamente me ama, al Inocente?” ¿Creéis que es fácil llegar al delito?” Judas está ya turbado.
Tratan de calmarle. Emplean la lisonja. Y le seducen. O al menos tratan de seducirle, haciéndole observar que eso suyo no es un delito. “sino – esto dicen –una obra santa para con la Patria, a la que evita represalias de los dominadores, que dan ya señales de intolerancia por esas continuas agitaciones  y divisiones de partidos y de la gente en una provincia romana; y para con la Humanidad, si es que – le dicen – está verdaderamente convencido de la naturaleza divina del Mesías y de su misión espiritual”.

“Si es verdad lo que Él dice – lejos de nosotros el creerlo - ¿no eres tú el colaborador de la Redención? Tu nombre estará asociado al suyo por todos los siglos venideros. Y la Patria te contará entre los suyos, y te honrará con los más altos cargos. Tienes preparado un sitial entre nosotros. Subirás, Judas. Darás leyes a Israel-¡No olvidaremos lo que hiciste por el bien del sacro Templo, del sacro Sacerdocio, por la defensa de la Ley santísima, por el bien de toda la Nación! Solamente ayúdanos. Y luego – te lo juramos, te lo juro yo en el nombre del poderoso padre mío y de Caifás. Que lleva el efod - , tú serás el hombre más grande de Israel. Más que los Tetrarcas, más que mi propio padre, ya relevado como Pontífice. Como un rey serás servido, como un profeta serás escuchado. Y si luego, Jesús de Nazaret no fuera más que un falso Mesías – aunque en realidad, no se le podría condenar a muerte, porque sus acciones no son las de un bandolero sino las de un demente - , te recordamos las palabras inspiradas de Caifás pontífice – tú sabes que quien lleva el efod y el racional habla por inspiración divina y profetiza el bien y lo que hay que hacer para el bien -, Caifás, ¿recuerdas?, Caifás dijo: “Conviene que un hombre muera por el pueblo y no perezca toda la Nación. Fueron palabras de profecía”.
“Es verdad, lo fueron. El Altísimo habló por boca del Sumo Sacerdote. ¿Sea obedecido!” dicen en coro – sin duda con teatralidad y como autómatas que deben hacer esos determinados gestos – esas ruines marionetas de los miembros del gran consejo del Sanedrín.

Judas está sugestionado, seducido… pero todavía una pequeña raíz de buen sentido, sino de bondad, queda en él, y le retiene para no pronunciar las palabras fatales.

Rodeándole con deferencia, con simulado afecto, le apremian; “¿No nos crees?” Mira: somos los jefes de las veinticuatro familias sacerdotales, los ancianos del Pueblo, los escribas, los más encumbrados Fariseos de Israel, los sabios rabies, los magistrados del Templo. Lo más selecto de Israel está aquí, entorno aquí y estamos dispuestos a aclamarte, y a una voz te decimos: “Has esto que es santo”.

“¿Gamaliel dónde está? ¿José y Nicodemo, dónde están? ¿Dónde está Eleazar el amigo de José; dónde Juan de Gahás? No los veo”.
“Gamaliel haciendo una fuerte penitencia; Juan con su mujer. Que está encinta y está mal esta noche; Eleazar, no sabemos por qué no ha venido, pero cualquiera puede sentirse mal de improviso, ¿no te parece? Respeto a José y Nicodemo no los hemos avisado de esta reunión secreta, por amor a ti, por cuidado de tu honor… Para qué en el infortunado  caso de que el asunto fallara, tu nombre no fuera referido al Maestro… Nosotros tutelamos tu nombre. Nosotros te amamos, Judas, nuevo Macabeo   salvador de la Patria”.
”Macabeo combatió la buena batalla. Yo… cometo una traición”.

“No observes las particularidades del acto, sino la justicia del fin. Habla tú, Sadoq, escriba de oro. De tu boca fluyen valiosísimas  palabras. Si Gamaliel es docto, tu eres sabio, porque en tus labios está la sabiduría de Dios. Háblale tú a este que todavía vacila”.
Este mal bicho de Sadoq se acerca, y con él el decrépito Cananías: un zorro esqueletado y moribundo junto a un astuto chacal fuerte y feroz.

“¡Escucha, hombre de Dios!” empieza pomposamente Sadoq tomando una pose inspirada y retórica: el brazo derecho ciceronamente extendido hacia adelante; el izquierdo ocupado a sujetar todo ese bagaje de pliegues que constituye su vestidura de escriba. Y ahora levanta también el brazo izquierdo, dejando que su monumento de vestiduras se desarregle y desordene, y así ambos brazos y cara alzados hacia el techo de la estancia, dice con voz potente: “¡Yo te lo digo! ¡Te lo digo ante la Altísima presencia de Dios!”.

“Maran – Athá” hacen coro todos inclinándose como si un soplo supremo les plegara, para enderezarse luego con los brazos recogidos sobre el pecho.
“Yo te lo digo: ¡Está escrito en las páginas de nuestra historia y de nuestro destino! ¡Está escrito en los signos y las figuras transmitidas por los siglos! ¡Está escrito en los ritos que no conoce interrupción desde aquella noche fatal para los egipcios! !Está escrito en la figura de Isaac! ¡Está escrito en la figura de Abel!. Y… lo que está escrito, cúmplase.

“Maran – Athá” dicen los otros haciendo coro, un coro bajo y lúgubre, sugestionador con los gestos de antes, iluminadas caprichosamente sus caras por la luz de las dos lámparas encendidas en los extremos de la sala, unas lámparas de mica palidamente violácea que emanan una luz fantasmagórica. Y verdaderamente esta reunión de hombres, casi todos vestidos de blanco, con las coloraciones pálidas o trigueñas de su raza, ahora aún más pálidos y trigueños por la luz difusa, parece realmente una reunión de espectros.
“La palabra de Dios ha descendido a los labios de los profetas para signar el decreto. ¡Debe morir! ¡Está escrito!”.
“¡Está escrito! “¡Maran – Athá!”.
“Debe morir, su suerte está signada!”.
“Debe morir. “¡Maran – Athá!”.
”Su destino fatal está escrito hasta en sus más pequeños detalles. ¡Y el signo no se quebranta!”.
“¡Maran – Athá!”.
Hasta está escrito el precio simbólico que se entregará al que se haga instrumento de Dios para el cumplimiento de la promesa”,
“¡Está establecido! “¡Maran – Athá!”.
“¡Como Redentor o como falso profeta. Él debe morir!”.
“Debe morir. “¡Maran – Athá!”.
“¡La hora ha llegado! ¡Yeohveh lo quiere! ¡Yo oigo su voz! Esa voz grita: “¡Cúmplase esto!”.

“¡El Altísimo ha hablado! ¡Cúmplase! ¡Cúmplase! ¡Cúmplase! ¡Maran – Athá!”.
“Qué el Cielo te fortalezca como fortaleció a Yahel y Judit, que siendo mujeres supieron ser heroínas; como fortaleció a Jefte, que siendo padre supo sacrificar a su hija a la Patria; como fortaleció a David contra Goliat. ¡Y cumple el gesto que hará eterno a Israel en la memoria de los Pueblos!”.
“Que el Cielo te fortalezca. ¡Maran – Athá!”.
“Sal vencedor!”.
“Sal vencedor!” ¡Maran – Athá!”.
Se eleva la ronca voz senil de Cananías: “¡El que titubea ante la orden sagrada queda condenado al deshonor y a la muerte!.”
“Queda condenado ¡Maran-Athá!”. “Si no quieres escuchar la voz del Señor Dios tuyo, y no llevas a cabo su mandato y lo que Él por boca nuestra te ordena, véngante todas las maldiciones!”.
“¡Todas las maldiciones Maran - Athá!”.
“Que el Señor te castigue con todas las maldiciones mosaicas, y te disgregue entre las gentes”.
“¡Te castigue y te disgregue! ¡Maran – Athá!”.
Un silencio de muerte sigue a esta escena sugestionadora… Todo queda suspendido en una inmovilidad terrorífica.

Y al fin se oye alzarse la voz de Judas y casi, de tan transformada como está, me cuesta reconocerla; “Sí. Yo lo haré. Lo debo hacer. Y lo haré. Ya la última parte de las maldiciones mosaicas es mi parte y yo debo salir de ellas porque ya demasiado demora he tenido. Estoy volviéndome loco y no tengo tregua ni descanso; mi corazón está amedrentado, mi mirada perdida; mi alma consumida por la tristeza. Temiendo ser descubierto por mi doble juego y fulminado por Él – yo no sé, yo no sé hasta que punto conoce Él mi pensamiento -- , veo mi vida pendiente de un hilo, y mañana, tarde y noche invoco que termine este momento por el terror que amedrenta mi corazón. Por el horror que debo llevar a cabo. ¡Oh, acelerad este momento! ¡Sacadme de estas angustias mías!  Cúmplase todo. ¡Enseguida! ¡Ahora! ¡Y yo sea liberado! ¡Vamos!”.

La voz de Judas a medida que ha ido hablando, se ha ido afirmando y haciendo fuerte. El gesto, antes automático e inseguro, se ha ido afirmando y haciéndose fuerte. El gesto, antes automático e inseguro, como de somnámbulo, se ha hecho libre, voluntario. Se yergue en toda su altura. Satánicamente bello, y grita: “Suéltense los lazos del demencial terror! Libre estoy de sujeción aterradora. ¡Cristo, ya no te temo y te entrego a tus enemigos! ¡Vamos!”. Un grito de demonio victorioso. Y verdaderamente se encamina con arrogancia hacia la puerta.

Pero le paran: “¡Calma!”. Respóndenos: ¿Dónde está Jesús de Nazaret?”.
“En la casa de Lázaro en Betania”.
“No podemos entrar en esa casa que cuenta con siervos fieles. Es la casa de un favorito de Roma. Nos buscaríamos complicaciones seguras”.
“Al amanecer vendremos a la ciudad. Poned la guardia en el camino de Betfagé, cread tumulto y prenderlo”.
“¿Cómo sabes que viene por ese camino? Podría tomar otro…”.
“No. Ha dicho a sus seguidores que entrará por ese camino en la ciudad, por la puerta de Efraím, y que estuvieran esperándole en El Rogel. Si lo capturáis antes…”.
No podemos. Deberíamos entrar en la ciudad con Él entre la guardia, y todos los caminos que conducen a las puertas y todas las calles de la ciudad están llenos de gente desde el alba hasta la noche. Se produciría tumulto, y eso no debe suceder”.

Subirá al Templo. Llamadle para interrogarle en una sala. Llamadle en nombre del sumo sacerdote. El irá porque tiene más respeto hacia vosotros que a su propia vida. Una vez que esté solo con vosotros… no os faltará la manera de llevarle a lugar seguro y condenarle en la hora propicia”.
“Igualmente se produciría tumulto. Habrías debido darte cuenta que la multitud está fanática por Él. Y no solo el pueblo sino también los grandes y los que son las esperanzas de Israel. Gamaliel pierde sus discípulos. Lo mismo Jonatán ben Uziel. Y otros de entre nosotros. Todos seducidos por Él, nos dejan. Hasta los gentiles le veneran, o lo temen – lo cual es ya veneración - , y están dispuestos a aliarse contra nosotros si lo maltratamos. Entre otras cosas, algunos bandoleros, a los que pagábamos para ser falsos discípulos y sus citar disputas, han sido arrestados y han hablado. Esperan clemencia por la delación. Y el pretor está al corriente… Todo el mundo le sigue, mientras nosotros no concluimos nada. No. Hay que actuar con sutileza, para que no se den cuenta las turbas”.
“Sí, ¡así hay que actuar! Anás también da esta advertencia. Dice: “Que no suceda durante la fiesta y no se crean tumulto entre el pueblo fanático”. Esto ha ordenado, y ha dado también disposiciones para que sea tratado con respeto en el Templo y en otros lugares y que no sea molestado y así poder llevarlo a una encerrona”.

“¿Y entonces, que queréis hacer? Yo estaba ya bien decidido para esta noche, pero vosotros titubeáis… “ dice Judas.
“Mira, deberíais  llevarnos donde esté Él a una hora en que esté solo. Tú conoces sus costumbres. Nos has escrito que a ti, de todos, es el que más cerca te tiene. Por lo tanto, sabrás lo que Él quiere hacer. Estaremos siempre preparados. Cuando juzgues propicia la hora y el lugar, vienes, y nosotros vamos”.

“Así quedamos. ¿Cuál será mi retribución?”. Ya Judas habla fríamente, como si se tratara de un trato comercial cualquiera.
“Lo que dicen los profetas, para ser fieles a la palabra inspirada: treinta monedas…”.
“¿Treinta monedas por matar a un hombre, y además a ese Hombre? ¿¡El precio que tiene un cordero común en estos días de fiesta?! ¡Estáis locos! No es que yo tenga necesidad de dinero. Tengo buenas reservas. Así que no penséis que me convencéis por ansia de dinero. Pero es demasiado poco para pagar mi dolor de traicionar Aquel que me ha amado siempre”.
“Pero si ya te hemos dicho que recibirás de nosotros gloria y honores! Lo que esperabas de Él y no has recibido. Nosotros medicaremos tu desilusión. ¡Pero el precio está fijado por los profetas! ¡Es una formalidad! Es un símbolo, nada más. El resto vendrá después…”.
“¿Y el dinero, cuando?”
“En el momento que nos digas: “Venid”. No antes. Nadie paga antes de tener en sus manos la mercancía. ¿Es que no te parece justo?”.
“Es justo. Pero, al menos triplicad la suma…”.
“No. Así está dicho por los profetas. Así se debe hacer. ¡Oh, si que sabremos obedecer a los profetas! No omitiremos ni una iota de lo que han escrito acerca de Él. ¡Je! ¡Je! ¡Je! ¡Nosotros somos fieles a la palabra inspirada! ¡Je! ¡Je! ¡Je!”, se ríe ese nauseabundo esqueleto que es Cananías.
Y muchos le hacen coro con risas lúgubres, bajas, insinceras, verdaderos caquinos de demonios que no saben sino reírse burlonamente. Porque la sonrisa es propia del corazón sereno y amante; la risa burlona, de los corazones turbados y saturados de malignidad.
“Todo está dicho. Puedes marcharte. Esperaremos al alba para regresar a la Ciudad por distintos caminos.  Adiós. La paz sea contigo. Oveja perdida que vuelves al rebaño de Abraham. ¡La paz a ti! ¡La paz a ti! ¡Y el reconocimiento de todo Israel! ¡Cuenta con nosotros! Tus deseos son leyes para nosotros. ¡Que Dios te acompañe, como acompañó a sus siervos más fieles! ¡Que desciendan sobre ti todas las bendiciones!”.
Le acompañan, con abrazos y manifestaciones de amor, hasta la puerta… le miran mientras se aleja por el pasillo semioscuro… oyen el ruido de hierros de los cerrojos del portón que se abre y después se cierra.

Vuelven a la sala con gran contento.
Solo dos o tres veces se alzan. Son las de los menos demoniacos: “¿Y ahora? ¿Qué haremos respecto a Judás de Simón? ¡Bien sabemos que no podremos darle todo lo que le hemos prometido, aparte de esas pobres treinta monedas!... ¿Qué va a decir cuando se sienta traicionado? ¿No habremos hecho un daño mucho mayor? ¿No irá diciendo al pueblo lo que hicimos? Sabemos que es un hombre de pensamiento no firme”.
“¡Bien ingenuos y necios sois teniendo esos pensamientos y creándoos estas angustias!” Ya está determinado lo que haremos con Judas. Determinado desde la otra vez. ¿No os acordáis? Y nosotros no cambiamos nuestro pensamiento, Cuando todo haya terminado con el Cristo, Judas morirá. Está dicho”.
“¿Pero y si hablara antes?”
“¿A quien? ¿A los discípulos y al pueblo, para que le apedreen? No hablará. El horror de su acción le amordaza…”.
“Pero podría arrepentirse en el futuro, tener remordimientos, incluso perder el juicio… Porque su remordimiento, si se despertara, le volvería loco; no puede ser de otra manera…”.
“No tendrá tiempo. Tomaremos antes las medidas oportunas. Cada cosa a su tiempo. Primero el Nazareno y luego el que le ha traicionado” dice lentamente, terriblemente Elquías.
¡Si, y atentos, ni una palabra a los ausentes. Ya, demasiado han sabido de nuestro pensamiento. No me fío de José ni de Nicodemo. Y poco de los otros”.
“¿Dudas de Gamaliel?”.
“Gamaliel se ha segregado de nosotros ya hace muchos meses. Sin una expresa orden pontifical, no asistirá a nuestras reuniones. Dice que está escribiendo su obra con la ayuda de su hijo. Pero me refiero a Eleazar y a Juan”.
“¡Nunca se han opuesto a nosotros!” Responde al momento un anciano que he visto otras veces con José de Arimatea, pero cuyo nombre no recuerdo.
“No, es que se han opuesto demasiado poco. ¡Je! ¡Je! ¡Je! ¡Y habría que vigilarlos! Muchas sierpes se han anidado en el sanedrín, yo creo… ¡Je! ¡Je! ¡Je! Pero serán desanidadas… ¡Je! ¡Je! ¡Je! dice Cananías mientras va encorvado y tembloroso, apoyado en su bastón, a buscarse un cómodo lugar en uno de los anchos y bajos asientos cubiertos de gruesos tapetes, que hay a lo largo de las paredes de la sala y, satisfecho, se tumba y pronto se queda dormido, con la boca abierta afeado por su mala vejez.
Le observan. Y Doras, hijo de Doras, dice: “Está satisfecho por ver ese día. Mi padre lo soñó, pero no lo tuvo. Llevaré en el corazón su espíritu, para que esté presente el día de la venganza contra el Nazareno y reciba su alegría…”.
Recordad que tendremos que turnarnos. Un turno nutrido. Estar constantemente en el Templo”.
“Estaremos”
“Tendremos que ordenar que, a cualquier hora, Judas de Simón sea conducido ante el Sumo Sacerdote”.
“Lo haremos”:
“Y ahora, preparemos nuestro corazón para la tarea final”.
“¡ya está preparado! ¡Ya está preparado!”.
“Con astucia”.
“Con astucia”.
“Con finura”.
“Con finura”.
“Para aquietar toda sospecha”.
“Para engatusar todos los corazones”.
“Diga lo que diga o haga lo que haga, ninguna reacción. Nos vengaremos de todo de una sola vez”.
“Así lo haremos. Y será una venganza despiadada”.
“¡Completa!”.
“¡Terrible!”.
Y se sientan buscando descanso en espera del alba.






















viernes, 6 de abril de 2018

LA MISERICORDIA DE JESÚS SOLO SE PUEDE EJERCER PARA LOS QUE SON MISERICORDIOSOS






Mensaje de Misericordia de Jesucristo al mundo actual
(Confiado a Santa Faustina)

965- Las almas mueren a pesar de Mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de mi misericordia. Si no adoran a Mi misericordia, morirán para siempre. Secretaria de mi misericordia, escribe, habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mí Justicia.

La Misericordia está compuesta de dos premisas:
            
La Justicia: Perdono y es necesario, porque Cristo sabe que yo también soy pecador, y si yo no perdono no seré tampoco perdonado, porque cualquier pecado es una ofensa al prójimo y también a Dios.
La bondad: Perdono, y es también necesario, porque Cristo sabe que si he sido misericordioso con los demás, Él también lo será conmigo.

En eso consiste el mensaje de Jesús a Santa Faustina: el que no quiere entrar por la Puerta de la Misericordia, es decir el que no se ha acogido a estos dos axiomas, será tratado como él mismo trató a los otros, con Justicia que exige que sea tratado como trató a los demás; y con maldad, que es como también trató a su prójimo, y a esos se aplica la maldición de Dios.

Y la mayor sorpresa de los juzgados será, como lo relata el Evangelio, descubrir que todo el mal y el bien que hicieron a sus semejantes, se lo hicieron a Dios mismo.

Quiero aquí aclarar una discusión con cierto individuo, al que yo citaba las palabras del Apocalipsis, en donde los Santos martirizados pedían a Dios Justicia.

Apocalipsis 6, 9-11

"Cuando el Cordero rompió el quinto sello, vi debajo del altar a los degollados por anunciar la palabra de Dios y por haber dado el testimonio debido. Y gritaban con potente voz diciendo: Señor Santo y veraz, ¿Cuándo nos harás justicia y vengarás la muerte sangrienta que nos dieron los habitantes de la Tierra?
Se les entregó entonces a cada uno un vestido blanco y se les dijo: Aguardad un poco todavía. Aguardad hasta que se complete el número de vuestros compañeros y de vuestros hermanos que, como vosotros van a ser martirizados".

Pues la reacción de este individuo fue negar que esto fuera posible, y argumentaba que todos los mártires murieron perdonando a sus verdugos. Y esto me recuerda también las palabras de cierto Profesor, cuando yo estudiaba en la Facultad de Teología de Granada para ser profesor de Religión, y que criticaba nada menos que a Santo Tomás de Aquino, porque ese Doctor de la Iglesia había afirmado que una de nuestras más grandes alegrías en el Paraíso, será ver como se cumplió la Justicia de Dios hacia los condenados.

Estamos pues en presencia de dos comportamientos que a primera vista parecen contradictorios, pero que personalmente creo que son los más adecuados, y que reflejan perfectamente la mentalidad de los hombres, que es necesaria en este mundo, pero que no será así en el Santo Reino de Dios. 

Y este hecho resulta incomprensible para los modernos teólogos, que son los abanderados de la Teología del relativismo, como Hans Küng, Massiá o Queiruga, y tantos otros relativistas que no quieren hablar ni del demonio ni del Infierno, me recuerdan lo que decían que hacían  las avestruces, que ante un peligro escondían su cabeza debajo de la arena para no ver el peligro que se cierna sobre ellas. Ese tipo de gente son fieles seguidores de Satanás que les ha infundido la idea falsa de que no hay diferencia alguna entre el Pecado y la Virtud.

Y es que una vez juzgados, las almas pueden pedir Justicia a Dios, lo que nada tiene que ver con la venganza,  no podían hacerlo antes del Juicio, ya que al ser pecadores, tenían que ser misericordiosos para que Dios lo sea con ellos: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia".

Dice Jesús en las obras de Mª Valtorta: 

"No seas ilusos, en el día del Juicio mi cayado de Pastor se cambiará en un cetro Real, y mi Justicia será inexorable".
"Yo redimiré a todos los hombres que se arrepientan, los impenitentes no tendrán redención".

Basta también recordar las terribles palabras de Jesús dirigidas a los condenados en el Juicio final, relatadas en los Evangelios. En donde Jesús dice textualmente:

"...Apartaos de Mí, malditos, id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles..." (Mt 25-41)

Y, a pesar de estas palabras tan claras, que no se prestan a confusión, muchos "Teólogos" no tienen ningún reparo en afirmar, ¡Que no es Dios el  que castiga, que es el alma que se aparta de Él!

La explicación a este problema, creo sinceramente que es bien sencilla: Aún estamos en el tiempo en que el trigo y la cizaña están creciendo, y no vemos muy claro cual es el trigo y cual es la cizaña, esta última no se puede arrancar aún, ya que se puede confundir con la buena semilla plantada por Dios. Pero aquí subsiste otro problema de fondo: Mientras hay vida hay esperanza, lo que quiere decir que Dios y el hombre pueden hacer el milagro de transformar la cizaña en trigo por la Acción de la Gracia, que proviene de Dios, y el hombre con el perdón hacia su semejante, puede dar vía libre a la Misericordia, que proviene de la inmensa fuerza del Amor de Dios, que es el Espíritu Santo. 

De la misma manera, pero a la inversa, el trigo se puede transformar en cizaña por el veneno del Odio inoculado por Satanás gracias al pecado del orgullo, que abre la puerta a todos los pecados, que conducen a la muerte del alma.


Y esto es lo que explicó el Ángel Azarías a Mª Valtorta:


[...] Nosotros queremos de ti este completo conocimiento (el don del discernimiento de los espíritus) a fin de que produzca un mar de misericordia dulcísima en el que tu puedas purificar los ánimos de tus hermanos absolviendolos, en lo que está de tu parte, de toda culpa y pidiéndole al Dios de la Misericordia que les absuelva. 


Recuerda siempre que tu Señor y mío, te enseñó que la fuerza que consigue el perdón de Dios para un pecador, es el perdón del ofendido. 

Es un trastrueque en la petición de la Oración de Jesús Santísimo: "Padre perdónanos nuestras deudas como nosotros se las perdonamos a nuestros deudores" dice el Padrenuestro. Es la misericordia de su corazón que todo y a todos absuelve diciendo: "No son unos malvados sino unos infelices" y grita asimismo: "Padre, perdona a nuestros deudores puesto que nosotros ya les hemos perdonado todo".  

               [...] Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo."

Y esa es la verdadera explicación del porque los Mártires perdonan a sus verdugos en esta Tierra, y en el Cielo, donde se ha recolectado el trigo y la cizaña, claman Justicia. 

En este mundo, y desgraciadamente en muchos católicos, en donde se ha implantado el relativismo y en donde casi nadie se da cuenta de la gravedad del pecado, que es una ofensa grave a Dios, y un sufrimiento añadido a su cruenta Pasión, esta postura es incompresible.

Dice San Juan de la Cruz en los Dichos de luz y amor:

"No sabe el hombre gozarse bien ni dolerse bien, porque no entiende la distancia de el bien y de el mal".

Esto, dicho hace 500 años, en donde se admiraba la Virtud, y se despreciaba el pecado, es en nuestros días, más verdadero que nunca, ya que como lo hemos dicho, el Demonio ha impuesto el relativismo en la Sociedad, y para muchos, el pecado es mejor que la Virtud. Y además, se predica también un Dios relativista que quiere igual a un Santo asceta que a un sádico pecador.





martes, 3 de abril de 2018

Association Maria Valtorta: « Vous devez le lire ! » - Padre Pio, à propos de ...

El Santo Padre Pío de Pietrelcina no solo decía que había que leer las obras de Maria Valtorta, pero decía que tenemos que leerlas, la Asociación francesa dice: Que nos  permitan  evocar el Juicio del Padre Pío, él mismo cuando vivía, testigo milagroso de Cristo que llevaba dentro de él. Ese Santo no necesitaba ni la Ciencia ni los adelantos tecnológicos para aconsejar a sus dirigidos en lo referente "AL EVANGELIO COMO ME HA SIDO REVELADO"
"Ud. No puede dejar de leerlo"




Pinchar en el Link para leer en la !´Assotiation francesa María ValtortaAssociation



Qu’il nous soit permis d’évoquer le jugement de Padre Pio, lui-même de son vivant témoin miraculeux du Christ qu’il portait en lui.  Ce Saint n’avait pas besoin de la science ni des avancées technologiques pour conseiller à ses dirigés à propos de L’Évangile tel qu’il m’a été révélé :
« Vous ne pouvez pas, vous devez le lire ! » 

Éclairé par l’Esprit-Saint comme il l’était, aurait-il pu conseiller la lecture d’une oeuvre qui ne venait pas de Dieu ? Et si elle vient de Dieu, son ‘instrument’ ne devrait-il pas être attentivement et rapidement examiné par l’Église comme étant authentique témoin de Jésus ? L’Église ne devrait-t-elle pas être le relais de la Parole du Christ qui continue de s’incarner encore à notre époque inquiète, en manifestant sa sollicitude dans les charismes ? (...)






LA HORRIBLE VIDA SECRETA DE JUDAS, QUE ALGUNOS TEÓLOGOS PIENSAN QUE ES UN ARTÍFICE DE LA REDENCIÓN


Judas, cobrando el dinero de la traición


Dice Jesús:

“La figura de Judas ha sido demasiado alterada durante siglos; y últimamente, del todo desfigurada. Ciertas escuelas han hecho de él casi una apoteosis; la del segundo e indispensable artífice de la Redención. Y otros muchos piensan que cedió ante un imprevisto, feroz asalto del tentador. No. Toda caída tiene premisas en el tiempo. Cuanto más grave es la caída, más preparación tiene. Los preliminares explican el hecho. Uno no se hunde, ni asciende, al improviso. Ni en el bien ni en el mal. Largos e insidiosos son los factores que cooperan a los descensos; pacientes y santos, los que cooperan a subir. Y el desventurado drama de Judas os puede proporcionar muchas enseñanzas para salvaros y conocer todo de Dios y sus misericordias, para salvar y perdonar a aquellos que bajan al Abismo

No se llega al delirio satánico, en que has visto que se debatía Judas después del delito, si uno no está enteramente corrompido por hálitos infernales, interiorizados voluptuosamente durante años. Cuando uno lleva a cabo incluso un delito, pero ha sido arrastrado a él por un imprevisto acontecimiento que obnubila la razón, sufre, pero sabe expiar; porque aún algunas partes del corazón están inmunes al veneno infernal.

El mundo que niega a Satanás porque lo tiene tan dentro de si que ya no se da cuenta de su presencia, que le ha interiorizado de forma que ha venido a ser parte del yo, a ese mundo le muestro que Satanás existe. Eterno e inmutable en el método usado para hacer de vosotros sus víctimas. Basta ahora. Tú permanece con mi Paz”.




LA VERDADERA CARA DE JUDAS ISCARIOTE

(Del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta, 11-12-1.945)




   En este relato del “Poema del Hombre-Dios” de María Valtorta, se ve la verdadera cara del Apóstol traidor, que algunos se empeñan en describir como un hombre normal y corriente, sin pecado grave alguno, por la moda de nuestros días, de querer demostrar que todo el mundo es bueno, y que no hay diferencia alguna entre el vicio y la virtud, es la nueva Teología de la Relatividad, que hoy día tiene cada vez más adeptos, desgraciadamente, incluso entre ciertos Pastores, que predican incansablemente, como un mantra “Dios te quiere como eres”, y no saben ver que  el Amor que daba Jesús a Judas, era con la intención de que cambie de conducta, mientras aún estaba a tiempo en este mundo, para así evitarle el horror de la segunda muerte, que es la Muerte Eterna. 

           Jesús explica como el pecado es comparable a la enfermedad del cuerpo, y como un padre o un amigo, cuando el ser querido cae enfermo, intentan por todos los medios a su alcance, devolverle la salud, y como cuanto más grave es la enfermedad, más se desvelan para sanarlo.

          Es de destacar la infinita paciencia de Jesús, que conociendo los pecados tan graves de Judas, como son la Lujuria y la necromancia, lo trató siempre con cariño, intentando por todos los medios convertirlo, para mostrarnos también como debemos comportando ante los individuos de esa calaña.



          Las magníficas estrellas de una serena noche de marzo resplandecen en el cielo de Oriente, tan amplias y vivaces, que parece que el firmamento haya descendido, como un baldaquino, hacia la terraza de la casa que ha acogido a Jesús: una casa muy alta, y edificada en uno de los puntos más altos de la ciudad, de modo que el horizonte infinito se abre delante y alrededor de quien mira, desde cualquier ángulo. Y, si la tierra, -  no alegrada todavía por la luna, que está en su fase menguante – se anula en la oscuridad de  la noche, el cielo resplandece con un sinfín de luces.

             Es verdaderamente la revancha del firmamento, que expone victoriosamente sus pensiles de astros, las praderas de Galatea, sus gigantes planetarios, sus bosques de constelaciones contra la efímera vegetación de la Tierra, que, aunque sea secular, es en todo caso de una hora respeto a estas, que existen desde cuando el Creador hizo el firmamento. Y, perdiéndose mirando arriba, paseando la mirada por esas esplendorosas avenidas, en que las estrellas son los árboles, uno tiene la impresión de percibir las voces, los cantos de aquellas florestas de esplendores, de ese enorme órgano de la más sublime de las catedrales, en que gustosamente imagino que hacen de fuelles y registros los vientos de las carreras astrales, y de voces las estrellas lanzadas en sus trayectorias.

           Y parece percibirse mucho más, dado que el silencio nocturno de esta Gadara durmiente es absoluto. No canta ni una fuente, no canta un pájaro. El mundo duerme, duermen las criaturas. Duermen los hombres – menos inocentes que las otras criaturas - sus sueños más o menos tranquilos, en las casas oscuras.

          (…) Jesús y el Apóstol Juan suben a la terraza superior Se toman de la mano y van así, a sentarse en un banco que está adosado a todo lo largo del antepecho, muy alto, que circunda la terraza (…) la ciudad está escondida toda, y con ella las sombras más oscuras de los montes cercanos en la oscuridad de la noche. Solamente se les muestra el cielo con sus constelaciones de primavera y las magníficas estrellas de Orión (Rigel y Betelgeuse), Aldebarán, Perseo y Andrómeda y Casiopea, y las Pleyadas unidas como hermanas. Y Venus (zafíreo y diamantino), Marte de pálido rubí) y el topacio de Júpiter son los reyes del pueblo astral, y tililan, tililan como saludando al Señor, acelerando sus latidos de luz para la Luz del mundo.

              Jesús levanta la cabeza, apoyándola sobre el alto pretil, para mirarlas; Juan hace lo mismo, perdiéndose mirando arriba, donde se puede ignorar al mundo… Luego, Jesús dice: “Y ahora que nos hemos limpiado en las estrellas, vamos a orar”.

          Se pone en pié, Juan también. Una larga oración, silenciosa, apremiante, toda alma, con los brazos abiertos en cruz, la cara alzada vuelta hacia oriente, donde se preludia un primer claros de luna. Y luego el Pater dicho en común, lentamente, no una vez, sino tres, y – lo manifiesta claramente la voz – con un progresivo aumento de insistencia en la súplica; una súplica que es tan ardiente, que separa de la carne el alma y deja a esta por los caminos del infinito.

          Luego silencio. Se sientan donde estaban antes, mientras la luna blanquece cada vez más la tierra durmiente. Jesús pasa los brazos por los hombros de Juan, le arrima hacia sí, y dice: “Dime pues, lo que sientes que tienes que decirme. ¿Qué cosas son las que mi Juan ha intuido, con la ayuda de la Luz espiritual, en el alma tenebrosa del compañero?”.

          “Maestro, estoy arrepentido de haberte dicho eso. Cometeré dos pecados…”.
          “¿Por qué?”
      “Porque te voy a causar dolor manifestándote incluso lo que no sabes, y… porque… Maestro, ¿es pecado manifestar el mal que vemos en otro?” Si ¿no es verdad? ¿Y entonces, como puedo decir eso si lesiono a la caridad?...” Juan está angustiado.
     Jesús da luz a su alma: “Escucha, Juan. ¿Para ti es más el Maestro o el condiscípulo?”.
          “El Maestro, Señor, Tú estás por encima de todos”.
          “Y qué soy Yo para ti?”.
          “El Principio y el fin.  Eres el Todo”.
          “¿Crees que Yo, siendo Todo, conozco también todo lo que existe?”.

          “Sí, Señor, por esto siento una gran contrariedad dentro de mí. Porque siento que sabes y que sufres. Y porque recuerdo que un día me dijiste que en ocasiones, Tú eres el Hombre, solo el Hombre, y por tanto el Padre te hace conocer lo que es ser hombre que debe conducirse según razón. Y pienso también que Dios, por compasión hacia Ti, podría ocultarte estas feas verdades…”.

          “Atente a este pensamiento, Juan y habla. Con confidencia. Confíar lo que sabes a quien para ti es “Todo” no es pecado. Porque el “Todo” no se escandaliza, ni murmura, ni faltará a la caridad, ni siquiera con el pensamiento, hacia el desdichado.

          Sería pecado si dijeras lo que sabes a quien no puede ser todo amor, a tus compañeros por ejemplo, que murmurarían e incluso agrederían sin misericordia al culpable, dañándole a él y a sí mismos. Porque hay que tener misericordia, una misericordia que ha de ser mucho mayor en la medida en que tengamos ante nosotros a una pobre alma enferma de todas las enfermedades: un médico, un enfermero compasivo o una madre si es poco el mal que sufre el enfermo, se impresionan poco, y poco luchan por curarle; pero si el hijo, o el hombre, está muy enfermo, en peligro de muerte, ya gangrenoso y paralizado, ¡como luchan, venciendo repugnancias y fatigas, para curarle! ¿No es así?”.

          “Así es, Maestro” dice Juan, que ahora está en esa postura suya del brazo en torno al cuello del Maestro y la cabeza apoyada en su hombro.

          “Pues Bien, no todos saben tener misericordia con las almas enfermas: Por eso hay que ser prudentes en dar a conocer sus males, para que el mundo no las rehuya y no las deje con el desprecio. Un enfermo, que se ve menospreciado se entristece, y empeora. Si por el contrario le asisten con alegre esperanza, puede sanar; porque la alegría esperanzada del que le asiste, entra en él y ayuda a la acción de la medicina. Pero tú sabes que Yo soy la Misericordia y que no humillaré a Judas. Habla pues, sin escrúpulos. No eres un espía. Eres un hijo que confía a su padre, con amorosa solicitud, el mal que ha descubierto en su hermano, para que el padre le asista. ¡Ánimo, pues…!”.

          Juan emite un fuerte suspiro, luego inclina aún más la cabeza, dejándola caer sobre el pecho de Jesús, y dice: “¡Cuán penoso es hablar de cosas corrompidas!... Señor… Judas es un impuro… y me tienta a la impureza. No me importan sus escarnios hacia mí, lo que me duele es que se acerque a Ti, manchado de sus amores. Desde que ha vuelto, me ha tentado varias veces. Cuando las circunstancias nos dejan solos  - cosa que él provoca en todos modos – no hace otra cosa que hablar de mujeres… y yo siento la repulsa que sentiría si me sumergieran en materias fétidas que trataran de introducirme en la boca….”.

          “¿Pero en lo profundo, te sientes turbado?”.
       “¿En qué sentido turbado? Mi alma se estremece. La razón grita contra estas tentaciones… No quiero ser corrompido…”.
          “¿Y tu carne, que hace?”.
          “Se retrae horrorizada”.
          “¿Solamente esto?”.

         “Esto, Maestro, y lloro entonces, porque me parece que Judas no podría ofender más a quien se ha consagrado a Dios. Dime, ¿Esto va a lesionar mi ofrenda?”.
          “No. No más que un puñado de barro arrojado a una lámina de diamante. No raya la lámina, no penetra en ella. Para limpiarla basta echar en ella una copa de agua. Y queda más bonita que antes”.
          “Límpiame entonces”.
          “Tu caridad te limpia. Y tu ángel. Nada queda en ti. Eres un altar limpio y Dios baja a él. ¿Qué más hace Judas?”.

          “Señor, él… No es verdad que sea dinero suyo el que te da para los pobres; es el dinero de los pobres que roba para sí; para ser alabado por una falsa generosidad. Le enfureciste al quitarle todo el dinero al regreso del Tabor. Y a mí me dijo: “Hay soplones entre nosotros”. Yo dije: “¿Soplones de qué? ¿Acaso robas?. “No” me respondió, “pero soy previsor y hago dos bolsas. Alguno se lo ha dicho al Maestro y Él me ha impuesto que dé todo; tan enérgicamente lo ha impuesto, que me he visto obligado a hacerlo”. Pero no es verdad, Señor, que haga eso por previsión. Lo hace para tener dinero. Podría declararlo con la casi certeza de decir la verdad”.

            “¡Casi certeza! Esta duda sí que es breve culpa. No puedes acusar de ser ladrón si no estás absolutamente seguro de ello. Las acciones de los hombres a veces tienen apariencia mala y son buenas”.

      “Es verdad, Maestro. No lo volveré a acusar, ni siquiera con el pensamiento. De todas formas, eso de que tiene dos bolsas, y la que dice que es suya, y te da es tuya y que lo hace buscando alabanza, eso es verdad. Y yo eso no lo haría. Siento que no está bien hacerlo”.

             “Tienes razón. ¿Qué más debes decir?”.
            Juan alza la cara asustada, abre la boca para hablar, pero la cierra. Se desliza hasta caer de rodillas. Esconde la cara en la túnica de Jesús. Él le mane una mano sobre sus cabellos.
          “¡Ánimo! Quizás has juzgado equivocadamente. Yo te ayudaré a juzgar bien. Me debes decir también lo que piensas acerca de las posibles causas de que Judas peque”. Señor, Judas se siente sin la fuerza que querría para hacer milagros… Tú sabes que siempre lo ha deseado fogosamente… ¿Te acuerdas de Endor? Y, sin embargo, es el que hace menos milagros. Y …bueno… desde que ha regresado, ya no consigue nada… y por la noche se queja de ello incluso en sueños, como si fuera una pesadilla, y…¡Maestro, Maestro mío!”.

              “Venga. Habla. Todo”.
          “Impreca… y practica la magia. Esto no es una mentira ni una duda. Le he visto. Me elige como compañero porque tengo un sueño profundo. Es más, lo tenía. Ahora lo confieso, le vigilo, y mi sueño es menos profundo porque en cuanto se mueve lo oigo… Quizás he hecho mal. Pero he fingido dormir para ver lo que hacía. Y dos veces le he visto y oído hacer cosas feas. No es que yo entienda la magia, pero eso es magia”.

             “¿Solo?”.
          “No y sí. En Tiberiades lo seguí. Fue a una casa. Después pregunté quien vivía allí. Uno que practica la necromancia con otros. Y, cuando Judas salió, casi de mañana, por las palabras que dijeron, comprendí que se conocen y que son muchos… y no todos extranjeros. Pide al demonio la fuerza que Tú no le das. Por eso sacrifico yo mi fuerza al Padre, para que se la pase a él, y él deje de ser pecador”.
          “Haría falta que le dieras tu alma. Pero eso no lo permitiríamos ni el Padre ni Yo”.
          Un largo silencio, luego Jesús dice con voz cansada: “Vamos, Juan. Vamos a bajar a descansar en espera del alba”.
          “¡Estás más triste que antes, Señor! ¡No debía haber hablado!”.
            “No. Yo ya lo sabía. Pero tú al menos, estás más tranquilo… y eso es lo que importa…”.
          “Señor, ¿debo evitarle?”.

          “No, no temas. Satanás no perjudica a los Juanes. Los aterroriza, pero no puede quitarle la gracia que Dios continuamente les otorga. Ven, por la mañana voy a hablar. Luego iremos a Pel.la. No podemos demorarnos, porque el río está crecido, por la fusión de las nieves y el agua de los días pasados. Pronto estará colmo, y mucho más teniendo en cuenta que la luna aureolada predice lluvias abundantes…”.


          Bajan y deja de vérselos en la habitación de debajo de la terraza.